Siempre que el lado oscuro se ha apoderado de mí por la
razón que sea y he acabado deseando un mal a alguien, he rezado con todas mis
fuerzas para que tuviese que hacer obras en su casa. Una obra es lo peor que se
le puede desear a un enemigo. El ruido, la suciedad, la incomodidad y sobre
todo, la incerteza de no saber cuándo acabaría, si en el plazo que estaba
previsto o por alguna razón que no necesariamente incluye el hallazgo de restos
arqueológicos, más allá de la fecha tope que los albañiles garantizaron antes
de empezar, que como los programas electorales, jamás se cumple.
Los comerciantes y vecinos del Paseo Vara de Rey y de la
Plaza del Parque lo sufren en carne propia, así como los trabajadores de
aquellos negocios que han decidido cerrar y se han ido al paro durante 4 o 5
meses. Los pocos que han decidido seguir merecen la medalla al mérito en el
trabajo, porque abrir, abren; pero vender, venden más bien poco. Pérdidas de
hasta el 70%, lo que es tanto como decir que casi les cuesta dinero a ellos
subir la persiana. Y aun así, siguen para adelante porque lo consideran su
deber.
Ante esto, leer los comunicados de prensa de EPIC -y ya van
dos- lamentándose del barro que dejan los camiones cuando salen de la zona en
obras y que dejan en la calzada de la Avenida Ignaci Wallis, suena a chiste.
Pero cada uno pone el acento en lo que quiere. Sin embargo, más valdría separar
el grano de la paja y ser capaces de ir a lo importante y no quedarse en lo
anecdótico. Al fin y al cabo, se trata de una obra de envergadura y trae
aparejadas las molestias consabidas. Exigirle al Ayuntamiento de Vila que la
empresa contratada limpie las ruedas de los camiones antes de salir del recinto
en obras, resulta hilarante. Que nos enseñen un caso precedente o unas obras
que no causen suciedad. ¡Si solo fuera eso!
(Publicado en Periódico de Ibiza y Formentera)
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