Sin complejos, como su lema de campaña de 2007. Carlos
Delgado descalifica a los autores del informe que sugiere la existencia de
delito en las adjudicaciones de Radio Calvià cuando él era alcalde y pide su
citación en calidad de imputado, posibilidad que niega de raíz. Dice del
informe que es “propio de Torrente”, una “chapuza” que contiene “errores de
principiante” y por ello tiene “mucho interés en saber qué tipo de
profesionales han firmado este informe”. Cuestiona la idoneidad de los agentes
“dada la evidente falta de especialización en materia de contratación pública
de sus autores”.
Delgado carga contra la Fiscalía Anticorrupción y la Guardia
Civil afirmando que incumplieron el auto que ordenaba la entrada y registro en
el Ajuntament de Calvià y el artículo 552 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal,
que establece que los registros deben evitar “inspecciones inútiles, procurando
no perjudicar ni importunar al interesado más de lo necesario, y se adoptarán
todo género de precauciones para no comprometer su reputación, respetando sus
secretos si no interesaren a la instrucción”. Papel mojado en la práctica
totalidad de los casos.
El alcalde de corbata rojigualda que cedió a la Guardia
Civil la estación de autobuses de Palmanova tras los atentados de ETA en
Calvià, que puso la bandera de España más grande de Mallorca en homenaje a ese
cuerpo, se siente traicionado. Se sabe sentenciado e intenta algo que evite que
su cabeza acabe rodando en el cesto, como la de José María Rodríguez. En la
mismísima sede del PP y ejerciendo de vicepresidente del partido que gobierna
con mayoría absoluta, descalifica y amenaza a los desagradecidos guardias. Pero lo cierto es que a menudo los
investigadores no están a la altura, no tienen ni idea de procedimiento administrativo,
ni concursos, contratos o adjudicaciones. Son duchos en perseguir peligrosos criminales,
pero esto es otra cosa. Los hombres del comandante Del Amor son experimentados
sabuesos, pero no son infalibles. Tampoco la Agencia Tributaria, como sabemos. Anticorrupción
juega sucio con la prensa, anuncia a sus periodistas de cabecera sus
actuaciones con antelación aunque sean secretas, filtra documentos e
intenciones y presiona a imputados rozando la coacción, con la anuencia del fiscal
jefe, Bartomeu Barceló. Pero Delgado demuestra que no se dejará llevar al
cadalso político de su imputación sin plantar batalla.
(Publicado en Última Hora)