16 junio 2008

Cardenal Martini

Me he quedado absolutamente estupefacto al leer, una vez más, unas declaraciones del cardenal jesuita Carlo Maria Martini. Piergiorgio Odifreddi en una entrevista concedida a El País Semanal, al ser interrogado sobre si opina que Martini es un buen ejemplo de jesuita, responde: "Bueno, es que él ha llegado a criticar hasta el libro del Papa sobre Jesús de Nazaret. Es raro, pero es que es la minoría". Efectivamente, es la minoría pero a la vez es la única esperanza que tenemos algunos de que la jerarquía de la Iglesia católica alguna vez cambie sus posiciones radicales. Odifreddi afirma que "el Papa Ratzinger es un ultraconservador antipático y obtuso". Yo opino como él.

¿Pero qué es lo que ha dicho el arzobispo emérito de Milán, Martini (estandarte del ala progresista del colegio cardenalicio, como lo describió Telecinco en abril de 2005, antes de empezar el cónclave en el que resultaría elegido Benedicto XVI) para provocar mi estupefacción? En su próximo libro que se titulará "Coloquios nocturnos en Jerusalén", Martini al referirse a la homosexualidad, dice cosas como esta: "Entre mis conocidos hay parejas homosexuales, hombres muy estimados y sociales. Nunca se me ha pedido, ni se me habría ocurrido, condenarlos". Claro que Martini se ha destacado por cuestionar la posición de la Iglesia en asuntos como el celibato, el sacerdocio femenino, el aborto y la eutanasia; o por pedir la constitución de un nuevo concilio que abordase las reformas aparcadas en el concilio vaticano II.

Pero aún más asombrosas son estas reflexiones contenidas en el que será su próximo y probablemente último libro, dada su edad y su frágil estado de salud que le ha obligado a dejar Jerusalén y volver a Italia: “Ha habido una época en la que he soñado con una Iglesia en la pobreza y en la humildad, que no depende de las potencias de este mundo. Una Iglesia que da espacio a las personas que piensan más allá. Una Iglesia que transmite valor, en especial a quien se siente pequeño o pecador. Una Iglesia joven. Hoy ya no tengo esos sueños. Después de los 75 años he decidido rogar por la Iglesia”.

Por si esto fuera poco, Martini ha asegurado durante los ejercicios espirituales que ha dirigido en una sede de los jesuitas en la localidad italiana de Ariccia que el “vicio clerical por excelencia” es la envidia y que otros pecados capitales fuertemente presentes en la Iglesia son la vanidad y la calumnia, según publicó el día 6 de junio el diario La Repubblica.

Según Martini, dentro de la Iglesia existen muchas personas “consumidas” por la envidia, que se preguntan: “¿qué mal he cometido yo para que nombren obispo a fulanito y no a mí?”. No es el único defecto entre los clérigos. También habló de la calumnia, resaltando que a las diócesis llegan numerosas cartas anónimas en las que se habla mal de algunos de sus miembros, y contó que, cuando era arzobispo de Milán, ordenó que se destruyeran todas esas misivas que llegaban sin remite, “muchas de ellas escritas desde Roma”.

Martini ha denunciado también el vicio de la vanidad, precisando que en la Iglesia “es muy grande”. “Preferimos el aplauso al pitido, la acogida a la resistencia. ¡Que grande es la vanidad en la Iglesia! Se ve en los hábitos. Antes los cardenales exhibían capas de seis metros de cola de seda. Continuamente la Iglesia se reviste de ornamentos inútiles. Tiene esa tendencia a la ostentación, al alarde”, manifestó.

El purpurado también arremetió con el “terrible carrerismo” clerical y especialmente en la Curia Romana, “donde cada uno quiere ser más”. A este respecto, denunció que con esos objetivos “ciertas cosas no se dicen, ya que se sabe que bloquean la carrera”, y eso es -aseguró- “un mal malísimo para la Iglesia”. Así, según Martini, la verdad brilla por su ausencia, ya que “se intenta decir lo que gusta al superior y se actúa según como cada uno se imagina que gustaría al superior, haciendo de esta manera un flaco servicio al Papa”.

Posiblemente este príncipe de la Iglesia, Martini, anciano de 81 años y muy enfermo, se expresa de esta forma porque ya se considera a salvo de los ataques de la curia romana, a pesar de que los medios de comunicación oficiales de la Iglesia han omitido toda esta información y por tanto, le hacen el vacío que acostumbran con todas las voces críticas. Cuantos sacerdotes, por declaraciones públicas muchísimos menos incisivas contra la jerarquía de la Iglesia, fueron obligados a abandonar su ministerio y fueron expulsados...

Y es que ya hace años de él escribió Olalla Cernuda en las páginas de El Mundo: "Carlo Maria Martini es el candidato indiscutible de quienes quieren recuperar el espíritu del Concilio Vaticano II y cerrar de una vez para siempre el larguísimo papado de Juan Pablo II. Dice la rumorología popular romana que si el Papa se eligiese por sufragio universal, Martini ganaría de calle".

Yo leí hace años el libro "En qué creen los que no creen" que publicó junto a Umberto Eco, y desde entonces siento profunda admiración por este pastor jesuita que ha mantenido viva en mí la llama de la esperanza en que la Iglesia cambie algún día. Cuando él muera, ¿habrá alguien capaz de tomar su relevo como voz crítica? Tengo mis dudas...