06 abril 2009

Homofobia en la Universidad



Este vídeo es un testimonio muy claro de que hay algunos ilustres catedráticos y profesores de universidad, quienes por más que impartan clases y conferencias, la ignorancia les rebosa por las orejas, de tal forma que oírles dar lecciones a sus alumnos (si así cabe denominar lo que acabamos de ver, de lo cual no estoy seguro), avergüenza y ofende a la inteligencia. La profesora titular del departamento de bioética de la Universidad Católica San Antonio de Murcia, María Gloria Tomás Garrido, nos acaba de dar un ejemplo de primera mano de lo que no debiera suceder nunca en una universidad, ni tan siquiera privada y católica.

He visto su polémica intervención repetidas veces y aún me pregunto ¿qué tiene de científica la intervención de la profesora Gloria Tomás Garrido? Durante el tiempo que dura el vídeo no he oído ni un solo argumento científico, basado en hechos contrastados, en la observación empírica, en la ciencia y en el saber, en suma. Todas sus afirmaciones, mejor sería decir sus difamaciones, son producto de su fanatismo religioso y sectario, de su intransigencia moral recalcitrante y de su enorme arrogancia. Pero no en la ciencia y en el conocimiento. ¡Y aún tiene la caradura de afirmar que en ningún momento ha pretendido ofender a ninguna persona homosexual!

¿Y qué menos que en una universidad, aunque sea privada y muy católica, se oigan argumentos científicos y no meras conjeturas y opiniones carentes de todo razonamiento científico? Cuando afirma que la homosexualidad dejó de ser catalogada por la OMS como una enfermedad por razones políticas, ¿cita una sola de esas razones políticas? Por supuesto que no. Todos sus argumentos me recuerdan tanto a los utilizados por otro fanático ultracatólico, el catedrático de psiquiatría de la Universidad Complutense de Madrid, Aquilino Polaino en el Senado, cuando allí le llevó el Partido Popular revestido de autoridad científica para que iluminase a sus señorías sobre lo perversa que es la homosexualidad y lo bien que estaban las leyes ignorando los derechos de los “invertidos”, “desviados sexuales” y a los “depravados”, mejorando lo presente, que formamos parte de la comunidad LGBT.

Desde que he oído a esta buena mujer, sabia donde las haya, no duermo bien. Me corroe por dentro la duda de si yo soy homosexual por “un mal uso” o por enfermedad. Por un mal uso, creo poder descartarlo. No he vivido tan dramática y traumática experiencia como la que refiere la profesora. Si es por enfermedad, no sé si tengo mal la proporción de los sexos y si eso es regulable… Descartada la genética, porque la profesora Tomás Garrido ya ha explicado que eso está estudiadísimo que no puede ser… y por tanto, la homosexualidad debe poder curarse, aunque sea complicado… Tampoco puedo considerarme “niño de la llave” de la forma tan pedagógica como lo explica la ilustre y muy católica profesora. Un caso, “a lo mejor tonto”, de un cargo del colegio (se sobreentiende que se refiere a los abusos sexuales en colegios religiosos católicos, que es donde más “casos tontos” de esta índole se han constatado desde hace tantos años…)

Estoy meditando si ponerme en tratamiento… pero todos los psiquiatras y psicólogos que me han examinado a lo largo de mi vida, especialmente en los últimos quince años, han coincidido en que no debo preocuparme por mis preferencias sexuales y que ellos, hasta donde llega la ciencia (no hablo de los exorcismos, pues naturalmente donde haya un buen exorcismo y un buen capellán dispuesto a practicarlo, que se quite la ciencia de todos los médicos y universidades del mundo…) no tienen remedio para mi patología. Que la homosexualidad no me causa ningún mal ni a mí ni a quienes están a mi alrededor. Tampoco a la sociedad, aunque haya quien pretende hacer ver que sí y que la homosexualidad es tremendamente perniciosa para la sociedad y para el mundo civilizado en general, pues aceptar como normal lo que es una enfermedad, hace que este mal se propague como la peste, cosa que debe ser evitada a toda costa.

Fanáticos integristas ultracatólicos que tildan de perversidad la homosexualidad. Yo opino (y en esto no hay ciencia, sino únicamente opinión) que ellos son los perversos, pues según el diccionario de la RAE, perverso es un adjetivo para calificar a alguien sumamente malo, que causa daño intencionadamente. Y que lo hagan desde la cuna de la ciencia y del saber, la Universidad, es claramente sintomático de lo bajo que ha caído nuestro sistema universitario cuando en ciertas universidades sus aulas no son utilizadas para enseñar ciencia, sino para predicar y adoctrinar con testimonios sin base científica alguna y sin más criterio que el basado en la moral tradicional católica. Ojalá resplandeciesen, como canta el “gaudeamus igitur”, los profesores de universidad, por su capacidad de transmitir conocimientos científicos. Para las homilías y las prédicas ya tenemos a los curas y a la Conferencia Episcopal: otro claustro de grandes hombres sabios, santos varones todos ellos, a quien buena falta hace también que Dios los ilumine para que resplandezcan, pero si es posible por sus cualidades cristianas y no por su integrismo religioso y su falta de caridad.

No es la homosexualidad lo que debe ser estudiado y reprimido. Es la homofobia. Ahí está el verdadero peligro y esa sí es una verdadera enfermedad altamente contagiosa. Y esta señora es un ejemplo preclaro de que hasta un profesor universitario puede decir sandeces y destilar homofobia con la excusa de dar una conferencia. Me consuela bastante ver la cara de vergüenza ajena de la profesora que acompaña en la mesa a la homófoba Tomás Garrido, porque la pobre no sabe dónde meterse… y no es para menos. Es lo que tiene compartir mesa con una talibán radical que si por ella fuera, en lugar de dirigir el departamento de bioética, dirigiría la Santa Inquisición.

Como yo no tengo carrera universitaria, es posible y más que seguro que mis opiniones no tengan ninguna ciencia. Pero eso no tiene pecado, pues es lo que se espera de mí. El pecado está en que una profesora de universidad sea perversa y diga estupideces que contradicen cualquier visión científica de la cuestión e incluso los sostenidos desde hace muchos años por la comunidad científica internacional, ante sus alumnos o ante los asistentes a una conferencia. Yo, sinceramente, opino que esta buena mujer necesita verdaderamente que le peguen un buen polvo para quitarse de la cabeza tantas gilipolleces. Es más, posiblemente, lo que le haga falta es sentir un buen orgasmo, cosa que dudo le haya sucedido alguna vez. Hasta que no supere ese trauma, no logrará ser una buena profesora de bioética. Le recomiendo que intente hacerlo. Seguro que será mejor persona. Y menos perversa.

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