04 abril 2009

Amistad

Hoy quiero hablar de la amistad. Cuando hace unos meses decidí abrir una cuenta en facebook, una de estas novedades de Internet que muchos denominan “redes sociales”, me di cuenta de que mucha gente me invitaba a ser su amigo. Algunos eran absolutos desconocidos; otros muchos, únicamente conocidos; unos pocos, amigos. Entonces, tienes que decidir si aceptas o no la invitación. Pero me sucedió y sigue sucediéndome, lo que apuntaba Luis Antonio de Villena en su libro “mi colegio”: “A la palabra amigo (que los españoles usan con tan alegre y vano desenfado), le tengo un tanto de miedo yo y otro tanto de buen respeto”.

Es cierto que en ocasiones, cuando uno conoce a alguien, se da cuenta instintivamente de que aquello es el comienzo de una gran amistad. Así me ha sucedido en no pocas ocasiones e incluso cuando el inicio de nuestro conocimiento fue incluso telefónico. Así me pasó con Pedrito A. En otras ocasiones, la amistad se torna verdadera desazón cuando no se ve correspondida. O cuando alguien a quien uno considera verdaderamente un amigo o amiga, nos traiciona o nos causa un mal de forma deliberada. En estos casos, el dolor que se siente es especialmente hiriente, aunque tiene un poso pedagógico innegable que corre el peligro de tornarse en permanente desconfianza, lo cual tampoco facilita tener relaciones amistosas con el resto de seres humanos que nos rodea… Supongo que todos hemos experimentado eso alguna vez. Y luego están esos a quienes uno debe llamar AMIGO en mayúsculas. Que han demostrado serlo en toda circunstancia, favorable o adversa. Y cuya compañía, aunque sea en silencio, raro en mí, –ya no digo una buena conversación–, llena tantísimo…

No negaré que estoy en un momento de mi vida propenso a la melancolía, supongo que propiciada por estos días lluviosos de primavera, tan poco propios de Palma, y que más me recuerdan a mis paseos con el paraguas cerrado por Bilbao, con el chirimiri cayendo, por supuesto. Y con un cierto escepticismo sobre los asuntos que me rodean. De hecho, subrayé de la última novela de José Saramago titulada “El viaje del elefante”, que estoy terminando de leer y aprovecho para recomendar: “la dura experiencia de la vida nos ha demostrado que no es aconsejable confiar demasiado en la naturaleza humana, en general”. Pero como he dicho antes con otras palabras, lo que no nos mata, nos hace fuertes. Y yo estoy decido a aprender de la vida, cada día un poco más, en compañía de mis verdaderos amigos.

Termino con una recomendación: a todos aquellos que me leen desde Palma, en Ses Voltes hay una exposición que me encantó. El jueves noche estuve con Jose viéndola, el día de su inauguración. Se trata de la obra fotográfica de Álvaro Leiva, denominada "Mare". Merece la pena visitarla y apreciar el detalle de las imágenes con detenimiento. Fotografías de gran formato con un nexo común: gentes de países del mar Mediterráneo. La joya que nos rodea y que nos da vida. Y a veces, hasta enormes momentos de felicidad…

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