30 septiembre 2017

EN MANOS DE IRRESPONSABLES

La irresponsabilidad de los dos bandos en conflicto, liderados por el Govern de la Generalitat de Catalunya por un lado y el Gobierno de España por el otro, es antológica y de consecuencias impredecibles. A estas alturas nadie es capaz de rectificar y les importa un pimiento si el domingo o la semana siguiente hay violencia en las calles, algo que muy posiblemente sucederá porque la tensión es máxima y las consecuencias, incontrolables. Yo mismo he sido acusado por un independentista a quien hasta ahora respetaba, de ser un “topo de la Guardia Civil”, por un artículo que publiqué en estas páginas el día 9 de este mes, titulado “La fuerza del Estado”, donde pronosticaba lo que ha pasado.

Los dos bandos creen tener razón y solo se miran el propio ombligo, sin atender a razones. Unos amparándose en el derecho a decidir y en la democracia, olvidando que sin respeto a la Ley no hay democracia. Otros con la legalidad como único argumento, omitiendo que cuando un elevado número de ciudadanos presiona por cambiar la legalidad, no hay fuerza policial ni jueces que pueda frenarlos en una democracia. Tanto independentistas como unionistas sostienen que es el otro bando quien ejerce la violencia (o que la desea). Cada uno ve lo que quiere ver. Unos solo ven a sus políticos y cargos públicos amenazados por la Fiscalía; otros solo ven coches oficiales de la Guardia Civil destrozados y cubiertos de pegatinas. Unos se ven  perseguidos por imprimir papeletas; otros coaccionados por la Generalitat y señalados por no prestar locales municipales a un referéndum ilegal. Unos no ven ni quieren ver los ladrillazos a las sedes del PSC, ni la utilización de niños en horario escolar para elaborar propaganda; los otros creen factible precintar 600 puntos de votación o procesar a 700 alcaldes. Y luego están los que atizan el fuego para sacar rédito político de la situación. Estos son los peores, los más irresponsables y Balears está plagado de ellos.


Llegados a este punto de locura colectiva donde unos defienden la legitimidad del referéndum y otros la legalidad constitucional y estatutaria, ha llegado el punto de decir que para abrirse la cabeza, conmigo que no cuenten. Estoy a favor de un referéndum, pero no así. Uno sin trampas ni manipulaciones. Uno sin coacciones ni amenazas, sin enfrentamientos y sin odio. Porque de este nada bueno puede salir y menos el nacimiento de un nuevo Estado. 

(Publicado en Última Hora)

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