Dado que toda la isla de Ibiza es un gran yacimiento
arqueológico de altísimo valor histórico y cultural que debemos preservar a
toda costa, lo mejor es que cuando se encuentren algo, los operarios le hagan
unas fotos con su móvil, le pongan una lona encima y lo vuelvan a cubrir de
tierra rápidamente. A fin de cuentas, en el caso que aquí dispusiéramos de una
legión de arqueólogos e infinitos fondos para sufragar sus trabajos -cosa de la
que evidentemente y por desgracia, no disponemos- su trabajo nunca se agotaría.
Tal es la riqueza que está enterrada a dos metros de nuestros pies. Tras la
aparición casual de los valiosísimos hallazgos en la calle Avicena de Vila, temí
que los expertos del Consell y del Ajuntament acordasen seguir excavando y
sacar a la vista todo lo que allí pudiese haber. Incluso leí en algún foro de
Internet que un tipo sugería la demolición del Teatro Pereyra, en cuyos bajos
se encontraría enterrado la madre de todos los tesoros arqueológicos, consistente
en un sólido muro de piedra y una vajilla de cerámica enterita, con algunos
arañazos fruto del inexorable paso del tiempo, pero a través de los cuales los
doctores que estudian estas cosas podrían averiguar hasta qué comían nuestros
ancestros. Por suerte, en Can Botino y en el Consell d’Eivissa, hay gobiernos
que se desviven por nuestra cultura y patrimonio como nunca antes los ha
habido, motivo por el cual se volverán a enterrar los hallazgos, archivando el
expediente sin ulterior trámite. Ojalá se hubiese hecho lo mismo con el tesoro
arqueológico encontrado en la carretera de Jesús, cuántos meses de obras nos
hubiésemos ahorrado, pensarán los comerciantes de aquel desafortunado pueblo. Con
lo que podemos concluir que lo mejor para conservar los tesoros ocultos bajo
tierra es no desenterrarlos nunca.
(Publicado en Periódico de Ibiza y Formentera)
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