10 diciembre 2017

¿LA MUERTE DEL WEST END?

Si el futuro del turismo británico en Sant Antoni depende de los horarios de cierre de los bares del West End, entonces estamos mucho peor de lo que nos creíamos. Quienes defienden que las medidas adoptadas por el consistorio portmanyí pueden acabar con el turismo, agitan un temor absolutamente infundado. Muchas otras zonas en Balears fueron sometidas a medidas de protección acústica ante el desmadre que se había apoderado de ellas y nadie se murió. Todo lo contrario, se transformaron en zonas habitables y amables, cuando habían dejado de serlo. El barrio de La Lonja en Palma es el ejemplo paradigmático. Sé de lo que hablo porque sufrí aquello en mis propias carnes. En cuanto la zona fue declarada acústicamente contaminada -hace más de quince años- y se establecieron limitaciones horarias y medidas para paliar el ruido ensordecedor que los vecinos debían soportar en contra de su voluntad, la situación se fue normalizando gradualmente -que nadie piense que el West End dejará de ser lo que hasta ahora es de la noche a la mañana- y ahora es un barrio plagado de bares musicales, pubs, terrazas y restaurantes que cierran a una hora prudencial. ¿Acaso las tres de la madrugada no lo es? A fin de cuentas, aquellos que quieran seguir la marcha disponen de una nutrida oferta de discotecas en la que seguir bailando hasta las seis. Podríamos discutir el horario de cierre de las terrazas, pues las once de la noche no parece razonable, ya que aquí esa es la hora en que mucha gente aún está cenando o tomando un café o una copa después de hacerlo. Convendría que el consistorio se esforzase en buscar el consenso con los vecinos y restauradores, pues la vía unilateral a la que está abonado el equipo de gobierno trae más problemas que soluciones.

“Ley Matutes”

Los diputados de Podem y de Més votarían en contra de cualquier cosa que pudiera beneficiar a la familia Matutes, incluso si ello perjudica a miles de familias que ya viven en terrenos que en la actualidad ya disponen de servicios de agua, alcantarillado y electricidad, como en Cala Tarida, Cala Gració o Sant Rafel, por poner algunos ejemplos y están fuera de ordenación, aunque las infracciones urbanísticas cometidas no se pueden perseguir porque están prescritas. Estos partidos demuestras estar más cómodos actuando a la contra que buscando soluciones a problemas ya existentes. Incluso si ello acaba por costar dinero a la Administración en forma de cuantiosas indemnizaciones. Eso no parece importarles demasiado, porque no lo pagan ellos sino que lo pagamos entre todos. Pero su “matutitis” es incontrolable y lo han vuelto a demostrar esta semana votando en contra de la disposición transitoria decimocuarta de la Ley de Urbanismo, que permitirá legalizar terrenos ya construidos, siempre que los ayuntamientos correspondientes así lo decidan.

Los socialistas, con el alcalde de Sant Josep al frente, se han mostrado sumamente irritados con la postura de Podem y de Més, sus socios en el Parlament en tanto que suscriptores de los “Acords pel canvi”. Negarse a buscar una solución a las viviendas fuera de ordenación es una forma como cualquier otra de mirar hacia otro lado, porque por más que se quiera, no van a desaparecer ni se pueden derruir ya que la infracción está prescrita. Pretender dejarlas en el limbo en el que ahora están no es sensato. Pero ellos prefieren la demagogia antes que buscar soluciones. Que lo hagan Terraferida o el GEN, es normal porque no son ellos quienes gobiernan. Pero que lo hagan formaciones que sí gobiernan es más preocupante. Aunque Agustinet no puede lamentarse por ello, pues los socialistas sabían en manos de quién se ponían para alcanzar el poder. Ni él ni Armengol pueden ahora reprocharles nada. Haberlo pensado antes.

Semáforos paritarios

Ya se comprende que la concejal de Igualdad, Participación Ciudadana y Transparencia de Vila, Carmen Boned, defienda su estrambótica decisión de cambiar veinticinco semáforos de peatones para sustituir un monigote por uno con falda, pero a pocos convencerá con argumentos tan inconsistentes y pueriles. ¿A esto se ha reducido el feminismo? No creo que nadie haya identificado jamás a los monigotes con un género concreto, porque lo importante de la cuestión es el color: verde o rojo. Pero ahí que el Ayuntamiento de Vila se gasta 6.000 euros en poner 25 faldas y con ello dice defender que las mujeres conquistan los espacios públicos y son más visibles. Yo no veo que un monigote sea mujer porque lleve falda. ¿Acaso las faldas son exclusivas de las mujeres? ¿Acaso todas las mujeres las llevan? Sucede que nos deslizamos peligrosamente hacia la estulticia colectiva sin que nadie se cuestione nada. Y con la de cosas importantes que hay que hacer para avanzar en la igualdad real entre hombres y mujeres, nos entretenemos en medidas inútiles y absurdas. Leer los argumentos de Boned causan rubor. 6.000 euros tirados a la papelera por capricho de la concejala.


Feliz domingo.

(Publicado en Periódico de Ibiza y Formentera)

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