30 diciembre 2017

ALINEADOS CON ARRAN

A algunos políticos se les llena la boca de hablar de corrupción, siempre para lanzar reproches a los demás, pero ellos no se cortan un pelo en ponerle la alfombra roja a delincuentes o a investigados por la Justicia. Me estoy refiriendo a los concejales de Som Palma (la marca blanca de Podemos), Aurora Jhardi y Aligi Molina, a quienes se une Rosa Cursach, directora del Institut Balear de la Dona. Al comparecer junto a los cinco miembros de Arran condenados por un delito contra la libertad religiosa, por su irrupción tumultuaria en la iglesia de Sant Miquel de Palma en febrero de 2014, durante la celebración de una eucaristía, les han mostrado públicamente su apoyo y solidaridad. Como si no hubiese quedado probado que delinquieron al llevar a cabo aquel acto que vulneró derechos de otros, no menos valiosos que los que ellos esgrimieron para cometer aquel atropello. Y es que cualquier demócrata debiera saber que los derechos fundamentales no son infinitos y que su límite está en el respeto a los derechos de los demás. Los condenados eran muy libres de protestar contra la reforma de la ley del aborto que entonces se impulsaba por parte del Gobierno, pero no de aquella forma. De hecho, si no se hubiera estado celebrando una misa, no hubieran cometido ese delito concreto.

El apoyo de Rosa Cursach es incomprensible, dada su condición de teóloga y de profesora de filosofía y de religión y ética. Si ella no alcanza a comprender la gravedad de lo que hicieron esos jóvenes asilvestrados, entonces apaga y vámonos. Sin embargo, el caso de Aligi Molina es previsible, aunque igualmente aberrante. Su querencia a infringir la Ley está contrastada. Ya fue condenado por un delito de desórdenes públicos por asaltar junto a otros 42 estudiantes el despacho del conseller de Educación del Govern balear en mayo de 2012. Y además se negó a pagar la multa que le fue impuesta, lo que obligó a que la Justicia le embargase la cuenta. Así se entiende su empatía con otros delincuentes, indigna de un concejal de Cort.


Los condenados no muestran el menor arrepentimiento por lo que hicieron y acusan a la Justicia de connivencia con la iglesia. Delirante. Como si lo que ellos decidieron hacer no estuviera tipificado clarísimamente en el Código Penal desde hace años. Igual el tribunal debiera repensarse suspender la condena a un año de cárcel. Igual sea la única forma de que aprendan.

(Publicado en Última Hora)

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