En su día la prensa publicó a todo trapo las
sospechas de los investigadores que colocadas en las portadas devenían
auténticas cargas de profundidad que causaron daños irreparables, tanto en la extinta
formación política como en muchos de sus dirigentes y cargos públicos. Incluso
en sus militantes. Pero una vez que la Fiscalía, ante la falta de pruebas con
que corroborar sus sospechas iniciales, solicita el archivo de la causa, la
noticia queda relegada a un breve, muy alejado de las impactantes portadas con
la foto de los investigados, condenados ya de por vida. Unió Mallorquina no era
una organización criminal. Nunca hubo pruebas con las cuales sostener tan grave
acusación. Pese a ello, se dijo falsamente que se trataba de “una organización
criminal para cometer delitos a costa del erario público de forma estable,
coordinada y concertada de antemano”.
En su momento las incriminaciones del
contable del partido, Álvaro Llompart (elevado falsamente por algunos a la
categoría de “testigo protegido”, cuando ni era testigo, ni podía estar
protegido ya que nada le amenazaba), relatando delitos a los fiscales anticorrupción
que él no había vivido y narradas de referencia, parecieron solventes. A la
hora de la verdad han resultado huérfanas de credibilidad para armar con ellas
un escrito de acusación mínimamente consistente. Seguramente lo dijo para salir
lo mejor parado de los delitos que él sí había cometido. Y para ello, nada
mejor que acusar a otros. Nadie recordará que no hubo pruebas de que UM fuese
una banda criminal y de la inocencia de los señalados por Llompart, sino las
imágenes de la Policía registrando su sede de la calle Sindicat de Palma y de
su posterior disolución.
Se comprueba que la existencia de una
organización criminal acaba probada en muy contadas ocasiones, como el ‘caso
Scala’ (el de la célebre caja de Cola Cao), donde todos los condenados ya gozan
de la libertad, excepto el exconseller Josep Joan Cardona, el único que negó
los hechos y al que todos los ya liberados señalaron. Él sigue encarcelado en
Ibiza, donde ya lleva más de 4 años y fue condenado a 16. Siempre trascienden
las sospechas de los investigadores pero a la hora de la verdad casi nunca hay
pruebas de la supuesta existencia de una banda para delinquir. Se diría que las
meras sospechas son más lesivas que las pruebas fehacientes. Desde luego, son
más destructivas. Y gratuitas.
(Publicado en Última Hora)
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