Si hay quien calificó de “anguila” a Jaume Matas, será
interesante ver cómo describe a Diego
Torres tras 25 horas de interrogatorio donde el fiscal Pedro Horrach acabó
harto y exasperado de tanto circunloquio y tanta palabrería. Diego Torres
calificó de “ciencia ficción” el 95% de las acusaciones que lanzó el contable
del Instituto Nóos, Marco Antonio Tejeiro, que la semana anterior había cantado
por soleares y esparcido mierda sobre Torres y Urdangarin (más sobre el
primero) a cambio de una sustancial rebaja de la pena que pide la Fiscalía.
Solo la abogada del “sindicato” (si eso no es una denominación más falsa que
las facturas del instituto ‘Nóos’, que baje Dios y lo vea) Manos Limpias
consiguió ponerle contra las cuerdas al pillarle en contradicción sobre el
papel de la infanta Cristina, lo que hizo que Torres enmudeciese. Era tarde
porque ya estaba pillado. Virginia López Negrete lanzó sobre la pregunta clave:
“¿Ha llegado usted a un pacto?”.
Iñaki Urdangarin insiste en su papel de uno que pasaba por
allí y que no sabe nada de nada. “No soy conocedor”, “no tengo ni idea”, “no me
encargaba de esto”, “no lo recuerdo”. Él no estaba en esas cosas porque lo suyo
era el mundo del deporte y los aspectos deportivos. ¡Qué va a decir!
Torres y Urdangarin niegan haber cometido delito alguno y
endosan las irregularidades a sus subordinados, especialmente al contable Marco
Antonio Tejeiro y a su hermano, Miguel Tejeiro, que abandonó el banquillo de
los acusados para convertirse en testigo al retirar los cargos la acusación
popular, según dijo la abogada de Manos Limpias “por estrategia procesal”. Una
estrategia que premia a un bandido a cambio de que te ponga en bandeja la
cabeza del resto de la banda, sea verdad o sea mentira, vete a saber.
Como es natural ahora todo el mundo analiza las palabras de
los acusados, sus gestos y sus miradas, pero llegará el momento donde habrá que
analizar las palabras y comportamientos del resto de actores. De entre todos
ellos brilla con luz propia la magistrada que preside el tribunal, Samantha Romero,
que está demostrando estar a la altura y sobre todo no dejar que nadie se vaya
por los cerros de Úbeda, pero tampoco a conculcar los derechos de los
procesados, algo que tristemente no todos pueden decir. Romero ha tenido que
reconocer que nunca antes había visto a una acusación (la pública) cuestionar
las pruebas de otra (la popular).
(Publicado en Última Hora)
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