18 agosto 2011

INICIATIVA PRIVADA

En la mitología griega, la diosa Panacea fue la hija del dios de la medicina, Asclepios (Esculapio). Era capaz de curar todos los males y prolongar la vida. El medicamento universal. Así es como actualmente se nos está presentando a la llamada iniciativa privada. Es el remedio a todos los males que aquejan a nuestra comunidad, que no son pocos. En especial a los económicos. Se nos dice que el problema de la falta de financiación de las obras de la barriada de Corea se solucionará con la iniciativa privada, que las dificultades que se presentan con el antiguo estadio Luis Sitjar se superan con la iniciativa privada, que el futuro de IB3 pasa por dar entrada a la iniciativa privada.

Yo no quisiera pasar del desprestigio de la iniciativa privada a creer que es la panacea de nuestros males sin solución de continuidad. No seamos tan ilusos. En esto, como en todo, existen los matices grises entre el blanco y el negro. La iniciativa privada siempre busca una rentabilidad económica, una posibilidad cierta de negocio, una inversión provechosa. Y no me parece mal porque a su través se crean puestos de trabajo, se dinamiza la economía, se revitalizan zonas enteras, etc. En suma, se genera riqueza. Pero también tiene cosas malas que a menudo se esconden. Por un lado, fiar determinados servicios públicos esenciales a la empresa privada cuyo fin último es ganar dinero me parece poco inteligente. Por otro lado, creer que las empresas privadas pueden financiar proyectos de la Administración que son -o debieran ser- de interés público pero de dudosa rentabilidad económica, es engañarse tontamente. La iniciativa privada cuando va de la mano de la Administración pública y debidamente vigilada puede resultar provechosa para todos. Y digo todos, no únicamente para quienes invierten su dinero. Mucho cuidadito con las cosas del comer. Hemos visto en esta comunidad cómo se mal alimentaba a ancianos en residencias geriátricas privadas pero con plazas concertadas con la Administración, por poner un ejemplo. La Administración debe ser muy exigente a la hora de ceder sus responsabilidades a empresas privadas. En especial cuando se trata de atención a gente vulnerable, así como la sanidad y la educación.


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