22 agosto 2017

SOMOS LO PEOR

Resulta completamente descorazonador que tan solo 5 días después del brutal atropello múltiple perpetrado por un terrorista yihadista en La Rambla de Barcelona, el clima de duelo nacional, luto, condena unánime y unidad general, se haya tornado en un clima irrespirable de odio, reproches, condenas y salidas de tono que no contribuyen a absolutamente nada bueno.
Nadie en Londres o Estocolmo lanzó reproches a sus alcaldes por haber sufrido atentados terroristas con el método del atropello masivo, por no haber colocado bolardos ni jardineras, aunque meses antes se habían producido los atropellos de Niza (85 muertos) y Berlín (12 muertos). Aquí los hay que han responsabilizado “parcialmente” a la alcaldesa Ada Colau, cuando solo pensarlo constituye una vileza tremenda.

Aquí se ha difamado a periodistas por publicar en la portada lo que sucedió aquel fatídico jueves 17 en Barcelona. Y al jefe de los Mossos d’Esquadra por hablar en catalán, que es una lengua oficial. Y hasta se ha acusado al Rey de favorecer la financiación del terrorismo yihadista.
Todo el mundo parece haberse vuelto loco. Incluso gente a la que tenía por sensata, escribe cosas que me parecen increíbles en sus redes sociales, convertidas en la cubeta donde todo el mundo esparce su bilis, los más de forma anónima, los menos con nombre y apellidos.
Yo que ya viví el atentado del 11 de marzo de 2004 y la división que aquella matanza generó y que duró años, procuro conducirme con la mayor sangre fría posible y no dejarme llevar por instintos primarios, por más rabia que los atentados me produzcan. Las cosas no van a cambiar por ponerse a tuitear compulsivamente, juzgando el trabajo de los demás ni acusando al resto de mortales de no se sabe qué.
Por eso he decidido leer lo mínimo posible las redes y, desde luego, solo leo la prensa de prestigio, porque de lo contrario anidaría en mí, como lo está haciendo en tanta gente, el odio y el fanatismo irracional que se observa ahora en todas partes.
Un atentado que habría de servirnos para unirnos en torno a las víctimas y a las convicciones morales contra las que luchan los terroristas, está sirviendo para desunirnos y para despellejarnos unos a otros. Conmigo no cuenten. Podríamos hacer que este país fuera mejor tras el atentado, pero algunos se han empeñado en arrojarnos los trastos a la cabeza y estamos haciendo que sea auténticamente peor, más mezquino, más ruin, más sectario y más fanático. Y todo ello sin darnos cuenta. Para exiliarse.

(Publicado en mallorcadiario.com)

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