En pocos meses han fallecido sorpresivamente dos exministros
de Defensa socialistas, Juan Antonio Alonso y Carme Chacón, ambos muy jóvenes y
que hicieron gala de un enorme sentido de Estado que a menudo es lo que
requiere un departamento como este, aunque también diré en honor a la verdad
que a mi juicio, sin ser malos ministros, no hicieron todo lo que estuvo en su
mano -y lo que de ellos se esperaba, como miembros del PSOE- en defensa de los
derechos de los trabajadores militares, sometidos a regímenes laborales
severísimos y con restricciones y limitaciones a sus derechos constitucionales
que no soportan otros trabajadores en España ni tampoco otros militares en
Europa, donde incluso pueden afiliarse a sindicatos.
Coincide la desaparición de Alonso y Chacón con la entrega
del arsenal -o de parte de él, porque las cifras no cuadran- de la banda
terrorista ETA, esperemos que como paso previo al anuncio de su disolución. Y
viendo el asunto de ETA con la necesaria perspectiva y acordándome de muchos
miembros del PSOE vilipendiados injustamente en este largo proceso de derrota
de los terroristas, no he podido evitar acordarme de otro ilustre socialista al
que se maltrató de forma ignominiosa durante los últimos años de su vida y al
que no se le ha hecho justicia como se debiera. Me estoy refiriendo a Gregorio
Peces-Barba Martínez. No se trata ahora de citar su biografía, pero conviene
recordar que fue uno de los ponentes de la Constitución de 1978, presidente del
Congreso de los Diputados y Rector de la Universidad Carlos III de Madrid.
En 2004 fue designado por el presidente del Gobierno, José
Luis Rodríguez Zapatero, Alto Comisionado de Apoyo a las Víctimas del
Terrorismo. En mala hora aceptó el encargo porque fue víctima de una campaña
absolutamente deleznable, vergonzosa e indigna, que debiera avergonzar al país
entero y a los políticos y entidades que la patrocinaron, singularmente a
destacados miembros del PP. Fue injustamente vilipendiado y todo por la brutal
polarización de la sociedad española tras los atentados del 11 de marzo de 2004
y la llegada al poder del PSOE de forma inesperada y traumática por parte del
PP. Cuando siempre había habido solo víctimas del terrorismo, se comenzó a
clasificar a las víctimas y a utilizarlas en el debate político. Las víctimas
del 11-M como Pilar Manjón le apoyaron en todo, al contrario que la AVT de
Francisco José Alcaraz y el Foro de Ermua que presidía Mikel Buesa. Y ello
pilló al bueno de Gregorio en el medio de la confrontación, que acabó
abrasándole, casi sin comerlo ni beberlo.
Yo conocí personalmente a Peces-Barba en aquella época y me
pareció de una villanía tremenda lo que se llegó a publicar de él, muchas de
las cosas radicalmente falsas, como que había planteado a las víctimas la
necesidad de hacer concesiones a los terroristas para facilitar un proceso de
paz. Y no he podido evitar acordarme de él y también de tantos otros que desde
diferentes responsabilidades han luchado contra ETA y a favor de la memoria de
las víctimas y de los derechos de sus familiares, como Patxi López, Jesús
Eguiguren, Alfredo Pérez-Rubalcaba y el propio Zapatero, pero estos
afortunadamente aún viven y yo quería citar a los que ya no están aquí.
ETA ya no actúa ni está en disposición de hacerlo y no
quiero atribuir el mérito de eso a nadie, porque aún hay un largo camino que
recorrer para su disolución y para que se haga justicia con los crímenes que
están sin esclarecer. Pero desde luego, en la lista de socialistas que lucharon
para lograr estos objetivos están de forma destacada Toño Alonso, Carme Chacón
y también Gregorio Peces-Barba. Y haría bien el PSOE en reivindicar su memoria
y su legado.
(Publicado en mallorcadiario.com)
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