25 abril 2017

AGUIRRE TIRA LA TOALLA EN UN PP NOQUEADO

La dimisión de Esperanza Aguirre de sus cargos en el PP como concejala y portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento de Madrid es un gesto postrero de dignidad política al que estaba abocada porque no había forma de seguir en sus responsabilidades tras la detención y encarcelamiento de quien fuera vicepresidente de su gobierno en la Comunidad de Madrid y sucesor en el cargo, Ignacio González. Su labor de oposición a la alcaldesa Manuela Carmena, en estas circunstancias y con las sospechas de financiación ilegal del PP de Madrid, del que también fue presidenta Aguirre, había devenido en imposible.
Aguirre afirma que dimite para asumir sus responsabilidades ya que “no vigiló lo suficiente”, tras confesar que se siente “engañada y traicionada”. Esta manifestación pilla al presidente del Gobierno y del Partido Popular de viaje oficial en Madrid, pero no parece que él tenga ninguna intención de hacer nada, como suele ser habitual en su comportamiento en episodios similares.
Todo ha llegado al punto de que ya son legión los cargos o excargos del PP que desfilan por los juzgados y la imagen del partido está por los suelos. Por más que quieran decorarse con los éxitos económicos, con el crecimiento, con la reducción del paro, con la balanza fiscal, con las exportaciones, la evolución de la prima de riesgo y el comportamiento del Ibex35, nada puede hacerse para acallar el escándalo y aplacar la indignación ciudadana ante el enésimo caso de corrupción que afecta al partido más votado de España y que ostenta el Gobierno del país.
El PP no puede seguir negando la evidencia y confiando en que sean los tribunales quienes le hagan la limpieza. Si se tratara de un par de casos, sería algo factible. Pero con lo que se está viendo es absurdo pretenderlo y no queda más remedio que abordar un proceso de renovación que mejor sería fuera de refundación. El PP debe soltar lastre si quiere seguir teniendo posibilidades de gobernar, porque de lo contrario seguirá perdiendo apoyo electoral hasta que las fuerzas de izquierdas sean capaces de sumar los suficientes apoyos como para desalojarlos del poder, como ha sucedido en Balears.
La marcha de Aguirre pone fin a una época, pero aún quedan muchos dinosaurios en Génova que debieran hacer lo que ha hecho ella e irse a su casa. Por iguales motivos, si quieren. Aunque solo sea por no haber vigilado lo suficiente.

(Publicado en mallorcadiario.com)

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