Que la comandancia de la Guardia Civil de Balears es -y ha
sido siempre- un nido de víboras, lo demuestra con claridad la grabación que ha
salido a la luz recientemente, revelando una conversación privada en no sabemos
qué circunstancias ni qué contexto. Pretender que esa grabación ilegal -y su
consiguiente filtración interesada a la prensa- acabe con la carrera
profesional del coronel Jaime Barceló, clarifica la calaña del tipo que ha
tendido la encerrona al jefe de la comandancia. Pero más le vale tumbar al
coronel, porque si solo lo deja herido, mal enemigo se habrá buscado. No soy
sospechoso de dorarle la píldora a Barceló -ni a ninguno de sus antecesores-,
pero como lo sucedido me parece repugnante y propio de una mafia no mucho mejor
que la que pululaba por el cuartel de Sant Ferran antes de que Penalva y
Subirán decidieran acabar con la banda de Al Capone, me niego a juzgar a nadie
por una conversación privada, grabada ilegal y deslealmente. Que vengan
generales a instruir las informaciones reservadas que hagan falta, que las
opiniones, vertidas en conversaciones privadas, son libres y lo que se castigan
son las conductas, las acciones u omisiones tipificadas en la Ley. De sobra lo sabe
el que se ha ido a la prensa con la vergonzosa grabación para ajustar cuentas
porque los mandos de la Guardia Civil, hartos ya de sus palizas a detenidos,
decidieran no taparle más sus excesos propios de otros tiempos y enviarle al
juzgado. Se escapó de la cárcel de puro milagro, solo porque la intimidación y
la coacción sobre los denunciantes fueron de tal calado que no se atrevieron a
comparecer en el juicio y ratificar su espeluznante relato ante los jueces de
la Audiencia Provincial. En lugar de dar gracias a Dios por la suerte que tuvo
y dedicarse a acumular trienios discretamente, se dedica a tender celadas a
quien él considera culpable de su calvario judicial, aunque no fue el coronel
Barceló quien entró en aquel calabozo para darle un escarmiento a dos hooligans
borrachos. Recuerdo el caso de un policía nacional destinado en Palma que hizo
algo parecido y acabó expulsado. Si el rencor porque aquella vez sus mandos no
quisieron mirar hacia otro lado, no le deja vivir, que piense en la suerte que
ha tenido y no se busque más líos. Pero como parece que es incapaz de vivir sin
ellos, esperemos que le salga el tiro por la culata y caiga en su propia
trampa.
(Publicado en Última Hora)
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