Tras el anuncio de José Ramón Bauzá de presentar su
candidatura en el próximo congreso regional para presidir el PP de Balears otra
vez -ya lo presidió entre 2009 y 2015-, el expresident acaba de confirmar los
rasgos mesiánicos de su personalidad, tan distante como autoritaria, que le
llevó a cosechar enemigos -incluso dentro del PP- con la facilidad con que
ignoraba la pérdida del apoyo popular de su Ejecutivo. Bauzá, el presidente que
gobernaba sin pensar en las próximas elecciones, sino en las próximas
generaciones, y que obtuvo el peor resultado electoral en la historia del PP en
unas autonómicas (perdió 15 diputados de una tacada), anuncia su regreso, si es
que alguna vez se fue. Realmente nunca quiso abandonar la presidencia regional.
Tras conocerse el resultado de las elecciones del 22-M afirmó que él estaba “a
las duras y a las maduras”, manifestó su intención de tomar posesión de su
escaño en el Parlament y de ser el líder de la oposición. Gabriel Cañellas le
pidió que dimitiera en la junta directiva regional del 26 de mayo y él solo
aceptó celebrar un congreso extraordinario después del verano y antes de las
elecciones generales al que dijo que no se presentaría. Todo era una gran
impostura porque sabía que no podía celebrarse el congreso regional sin que lo
autorizase Génova y lo que realmente quería era controlar la sucesión.
Finalmente y ante la rebelión interna desatada contra Bauzá, tuvo que
intervenir la dirección nacional del PP para que este aceptase dimitir y
marcharse al Senado, quedando al frente del partido el hasta entonces
secretario general de la formación, Miquel Vidal.
Bauzá es incapaz de percibir que su momento ya pasó y que es
una figura política plenamente amortizada, sin ninguna posibilidad de lograr
los apoyos requeridos para ser otra vez president del Govern. Le sucede como a
Pedro Sánchez, su egolatría y su ambición están por encima de todo y no les
dejan ver que con su afán de protagonismo, perjudican a sus partidos y ahondan
en la división. A Bauzá le han comido la cabeza sus amigos en el Senado, Alberto
Fabra y Xavier García Albiol, animándole a dar el paso. También Carlos Delgado,
otro que siempre está que se va, pero nunca se ha ido. Y cree que podrán
conseguir 5.000 o 6.000 votos de militantes de Palma, Calvià, Marratxí y los
chavales de Nuevas Generaciones, gracias a Delgado y a José María Rodríguez,
otro zombi. El área metropolitana de Palma es a lo único que pueden encomendarse,
porque al senador Bauzá no lo quieren ni ver en Menorca, Ibiza y Formentera,
como tampoco en la Part Forana. Pero eso a él le da igual. Tampoco le importa haberle hecho un funeral a Jaime Martínez, que aún está vivo. Como a Pedro
Sánchez, que no le importa que solo unos pocos barones regionales le apoyen
porque confía en el apoyo de los militantes y que eso le bastará para alzarse
con la secretaría general. Pero aunque eso suceda, nada cambiaría el hecho de
que no es un dirigente político a la altura de lo que requieren los grandes
partidos: capacidad de aglutinar y no de dividir, para sumar y no restar.
Bauzá abre en canal al PP balear, pero no habrá ni un solo
militante, ni un solo ciudadano, que se crea que el farmacéutico puede corregir
en nada ni uno solo de sus errores, ni uno solo de sus defectos. Bauzá es tan
soberbio como Pedro Sánchez, o quizás incluso un poco más. Y por más que lo
pudieran elevar a la presidencia del partido el voto de 6.000 militantes, cosa
que dudo mucho, nada cambiará el hecho que Bauzá movilizará como nadie jamás lo
ha hecho el voto de la izquierda para que el PP continúe en la oposición una
buena temporada más. Él tendrá mucha ilusión y habrá aprendido de sus errores,
cosa harto dudosa, pero la ciudadanía sigue viéndole como un ególatra
autoritario al que hay que mantener apartado del Govern. El tipo que decía que
en política se estaba de paso, no está dispuesto a aceptar que su tiempo pasó y
quiere otra oportunidad. Pero a mi juicio se ha tirado a una piscina sin una
gota de agua.
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