06 noviembre 2011

DESPEDIDA DE LA GUARDIA CIVIL




El día 27 de octubre me fue notificada la resolución delegada de la Ministra de Defensa de fecha 20.09.2011 por la que se acuerda declarar mi inutilidad permanente para el servicio por insuficiencia de condiciones psicofísicas, pasando así a la situación de retirado. Después de 19 años y con una trayectoria bastante completita (http://www.jmperpinya.es/4.html) dejo definitivamente la Guardia Civil. Mentiría si digo que no me entristece, pero también debo reconocer que estoy satisfecho porque esto me permite en lo personal y lo profesional pasar página de una etapa de mi vida que considero completamente finiquitada. Pero tengo el regusto amargo de haber dejado una gran parte de mi juventud trabajando en una institución del Estado cuya misión elemental es trabajar para los ciudadanos y para la sociedad, aunque a menudo trabaja para ella misma y para sus jefes, olvidando a quién debe servir realmente...

He peleado todo lo que he podido para lograr cambiar la institución de forma que respetara a sus trabajadores y se modernizara no únicamente de puertas para fuera, que sin duda lo ha hecho y lo vende muy bien. También hacía falta -y aún persiste esa necesidad- que se modernizara interiormente, postergando su naturaleza militar que es la excusa perfecta para todo tipo de arbitrariedades y abusos para con sus trabajadores, que son, como a menudo se olvida, lo mejor que tiene toda empresa y toda institución. No son sus recursos materiales, ni sus vehículos, ni su armamento, ni sus helicópteros, ni sus embarcaciones, ni sus perros policía o sus magníficos caballos: son sus hombres y mujeres. Y sin embargo, la Guardia Civil se empeña, excusándose en su naturaleza militar, en la tradición y en su mal entendida eficacia (porque podría enumerar muchos y muy sonados casos de ineficacia sonrojante), en maltratar y menospreciar a su personal y a los representantes de los trabajadores y a ningunearlos con una actitud paternalista lamentable e impropia del siglo XXI. Pero allá ellos. Un ejército que fusila a sus hombres está condenado al fracaso.

Sólo me gustaría recordar, para aquellos que consideran que mi carácter era incompatible con una institución militar como la Guardia Civil, las palabras del gran escritor mosén Jacint Verdaguer (1845-1902) que traduzco del catalán:


 “Yo no era indócil ni desobediente, quizás era demasiado ciegamente dócil y obediente para el tiempo y la gente que corre; pues llegaron a creer que podían tomarme por un juguete y que como el trigo en la era, podían hacerme ir de acá para allá con una horca de aventar. La excesiva condescendencia que tenía con mis amigos fue atribuida a falta de voluntad. Eso les hizo creer que me dejaría encerrar en el manicomio, como un cordero en el matadero, sin decir palabra. Yo no la dije, pero cuando pensaban tener el pez en el cesto, yo estaba más de cien horas lejos de allí”.

Que nadie vea en mis palabras trazas del más mínimo rencor. No lo hay. Sencillamente creo que es bueno que se sepa lo que he vivido en la Guardia Civil y que algún día, espero que pronto, contaré extensamente. Creo que mi testimonio puede ayudar a entender mejor a esta institución tan querida por muchos como odiada por no pocos, que bastantes creen conocer pero que realmente pocos conocen verdaderamente.

Mosén Verdaguer fue acusado en su día, como también lo fui yo, de rebelde e indisciplinado. También él fue perseguido, acosado y finalmente acusado de loco. En su defensa escribió: “Se me acusa de haber desobedecido al señor obispo. ¿Los defectos de mi obediencia no podrían ser los de sus mandatos?”.

Siempre se ha dicho que es infinitamente más fácil obedecer que mandar. Y es muy cierto. ¡Cuanto ganaría la Guardia Civil si se tuviera más cuidado con las personas a quienes se da atribuciones de mando! He conocido auténticos incompetentes redomados cuyas órdenes eran inmediatamente obedecidas ciegamente y hay quien ve en ello una virtud, cuando yo veo un defecto de los más grandes que sufre la institución.

Termino diciendo que tal como yo concibo la lucha por los derechos laborales, aunque los jefes y generales de la Guardia Civil no lo entiendan así porque pone en peligro el estatu quo del que ellos tanto se benefician egoístamente, es una lucha por mejorar la Guardia Civil y la propia calidad de la democracia española, tan depauperada la pobre... Exhorto a quienes ahora tienen la responsabilidad de dirigirla, igual que la tuve yo años antes, a luchar con inteligencia, valentía y firmeza por sus derechos, cosa que hasta ahora no han hecho y así les va, al menos con lo que respecta a la inteligencia. Pero allá ellos.


Un abrazo y hasta siempre.

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