Finalmente no se va a demoler el edificio de Gesa, pero no será porque no tenga ganas el equipo municipal encabezado por el alcalde Isern y el concejal de urbanismo, Jesús Valls. No será porque no lo prometieran en campaña electoral. No será porque no lo merezca el edificio, más por su estado de abandono y degradación actual que por sus propios méritos. No será porque no lo desee la empresa Núñez y Navarro, actual propietaria del solar. No será porque no lo agradeciera Endesa, que puede verse obligada a devolver los 85 millones de euros mas intereses que cobró por la venta del solar a Núñez y Navarro. No será porque no lo demanden los ciudadanos de Palma de forma mayoritaria. No será porque los que instaron su catalogación insistan a diario sobre las excelencias de la obra del arquitecto Ferragut. El emblemático edificio no se salvará por todo eso, sino porque en el año 2007 fue catalogado por la Comisión de Patrimonio del Consell y por tanto, no se puede demoler. Hay quien endosa la autoría de esa catalogación a Maria Antonia Munar, pero es falso. Ella negó siempre tener el más mínimo interés en el edificio de Gesa y fue duramente acusada de lo contraria por el entonces concejal de urbanismo, Rodrigo de Santos.
Lo cierto es que no fueron ni Munar ni UM sino otros, quienes defendieron que la fachada marítima de Palma debía hacerse con el edificio de Gesa dando continuidad al Palacio de Congresos que actualmente se construye, obra de Francisco Mangado. Fueron el Colegio de Arquitectos y la UIB, aunque ahora callen como muertos, cobardemente, como si la cosa no fuera con ellos.
Cuanta falta hace a Palma un gobierno resolutivo que tras escuchar a todas las partes tome sus decisiones y asuma su responsabilidad. Un gobierno que no consienta en la ciudad más casos como el del estadio Luis Sitjar, el canódromo o Son Busquets. Un gobierno que de uso a Gesa y solucione el problema de una vez por todas.
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