12 noviembre 2017

NO QUEREMOS MÁS TURISTAS

A fuerza de repetir una mentira mil veces, la gente se ha acabado por convencer de una falsedad enorme. Se dice que casi en todos los países de nuestro entorno se cobra un impuesto turístico. Es absolutamente falso. En España ninguna comunidad autónoma ni ciudad lo cobra. Ni una sola, exceptuando Catalunya, que a la vista de las circunstancias es dudoso  que se pueda considerar territorio español, pronto ni europeo siquiera. Ni una sola comunidad turística, ya esté gobernada por nacionalistas, por la derecha o por la izquierda, lo cobra, ni se plantea remotamente hacerlo. Ni la Comunidad Valenciana, ni Murcia, ni Andalucía, ni Canarias… ¡nadie! Y nadie se muere por ello.

Se dirá que en el extranjero todo el mundo lo cobra, pero es otra mentira rotunda. No lo cobra apenas ningún país, ni tampoco una región. Si acaso lo cobran algunas ciudades y en absoluto es algo que esté generalizado. Nadie es tan burro de gravar su principal fuente de riqueza para colocarla en una posición de desventaja con sus competidores. Menos aquí, claro, que somos los más listos del mundo y ahora que las cosas van más o menos bien, volvemos a atar los perros con longanizas.
Aquí nos han hecho creer que sin el dinero del impuesto sobre las pernoctaciones fuera de casa -más conocido como ecotasa-, que también pagamos los residentes que tenemos el mal vicio de viajar entre las islas y alojarnos en un hotel, agroturismo, hospedería o refugio de montaña, el mundo se acabaría. Es una forma de verlo. Se dice que ese dinero nos viene de perlas para atenuar la pisada ecológica que provoca el turismo, pero hasta ahora solo ha servido en Eivissa para mejorar las canalizaciones de agua potable que, de no haber turismo, también tendríamos que tener en buenas condiciones. ¿O no?

El año próximo se comenzará la Escuela de Hostelería en el antiguo cuartel de Sa Coma. ¿Tiene este proyecto, que será financiado en parte con dinero de la ecotasa, algún efecto positivo sobre el medio ambiente? Ni el más mínimo. Además y para que usted, querido contribuyente pitiuso, sienta orgullo por dar dinero a quien tiene más que usted y seguramente menos necesidades, pagará una parte de un museo del ferrocarril en el municipio de Son Carrió, en Mallorca. Este proyecto vital sin el cual el turismo balear corre el riesgo de colapsar, lleva aparejado un tren turístico que recorrerá un trayecto de cuatro kilómetros entre Sant Llorenç y Son Carrió, en la comarca del Llevant. ¿No se siente feliz por contribuir a hacerles otro trenecito turístico a los mallorquines? Ya tienen uno que va de Palma a Sóller, pero este es privado y por lo que parece, muy rentable. Ahora les haremos otro que será público y será ruinoso. Y lo pagarán también los turistas que visitan Ibiza y Formentera, para escarnio nuestro.

Esta es la magnífica ecotasa que nos vende el Govern y las formaciones de izquierdas, encantadas con esquilmar los bolsillos de los ciudadanos para malgastar el dinero en chorradas absurdas, que se venden como proyectos vitales para nuestro porvenir y para recuperar la naturaleza de la acción nociva de tanto turista desalmado. Y encima quieren que aplaudamos. Pero eso es mucho pedir. El año próximo la ecotasa será doblada sin que se haya explicado por qué. Tenemos suerte de que no la hayan triplicado o cuadruplicado. Cualquiera con dos dedos de frente puede comprender que esto tendrá efectos sobre la demanda, como advierten los expertos, aunque los partidarios del impuesto lo niegan.

Pero alguno hay con la sinceridad suficiente como para hablar claro de vez en cuando. El diputado de Més per Menorca, Josep Castells, animó el jueves pasado en el Parlament al vicepresidente del Govern y conseller de Turismo, Biel Barceló, a seguir incrementando la cuantía del impuesto hasta que deje de venir el millón de turistas que los hoteleros vaticinan que van a dejar de venir la temporada próxima por mor de la dichosa ecotasa.


Y aquí está la realidad del impuesto de turismo sostenible: una tasa que persigue que dejen de venir turistas, ya que es claramente un elemento disuasorio, no tanto por sí mismo, sino por el mensaje que traslada a quienes lo pagan. No es usted bienvenido, su presencia nos incomoda y para hacernos el trago amargo algo más soportable, le cobramos dos euros al día y eso nos compensa la carga que acarreamos con usted, despreciable turista. No quieren más turistas. Agradeceríamos que sean francos y que lo digan sin ambages, sin más mentiras. ¡Díganlo claro de una santa vez y dejen de marear!

(Publicado en Periódico de Ibiza y Formentera)

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