11 noviembre 2017

INDEPENDENTISMO EN LA UCI

Tras la expeditiva respuesta del Estado a la declaración unilateral de independencia aprobada por el Parlament de Catalunya el 27 de octubre, por tan solo 70 votos a favor (lo que no les permitiría ni cambiar una coma del Estatut d’Autonomia), el movimiento independentista ha quedado fuera de combate. Según confesó la presidenta del Parlament, Carme Forcadell, se trató de una declaración “simbólica”. No se lo pareció a los miles de catalanes que lo celebraron en las calles y a los que ella había arengado diciéndoles que no darían “ni un paso atrás”; ni a los que el miércoles cortaron las autopistas y las vías del AVE. A todos aquellos que de buena fe creyeron que una nueva república había nacido en Europa, se les dice ahora que se trató de una pantomima. Por supuesto, a España no se lo pareció.

Forcadell ha hecho lo que tenía que hacer para librarse de la cárcel, porque de nada sirve acrecentar innecesariamente el número de mártires encarcelados. Pero quizás hubiese sido más digno seguir la senda de Oriol Junqueras y el resto de exconsellers en prisión preventiva. Con los ojos puestos en las elecciones del 21 de diciembre, es aberrante que los independentistas acepten presentarse a unos comicios autonómicos convocados por el presidente Mariano Rajoy. La legitimidad de estos comicios emana de la Constitución y del Estatut, que ellos consideran superados. Entonces, ¿por qué concurren a ellas? ¿Para volver a saltarse la Ley a la torera?  


Hemos llegado a un punto donde cada bando solo ve los atropellos del contrario y no ve los suyos propios y, encima, todos quieren ganar. Todos se acusan de violencia, ya ven. Casi nadie quiere una solución dialogada, sino imponer sus tesis. Y así el problema no se va a solucionar por más que Carles Puigdemont se empeñe en hacer el ridículo en Bruselas hasta el momento -no lejano- de su detención y entrega a España. Puigdemont ya no puede liderar un proceso de negociación y sin embargo el PDeCAT despreció la opción de Santi Vila para empecinarse en alguien que está prófugo, que más pronto que tarde acabará en la cárcel y cuya irresponsabilidad política no tiene parangón. La única salida que queda es que tras las elecciones, se negocie un nuevo encaje jurídico-político con España. Pero las actuaciones unilaterales fuera de la Ley, ya se las pueden quitar de la cabeza porque España ha demostrado cómo se las gasta. Yo ya lo avisé.

(Publicado en Última Hora)

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