23 mayo 2017

ACOJONADOS POR EL TERRORISMO

Últimamente, cuando voy a un concierto, o al teatro, o incluso al cine, no puedo evitar pensar en la posibilidad de que cualquier chalado lleve una mochila cargada de explosivos, o un arma de fuego con la que comenzar a disparar indiscriminadamente, o un simple cuchillo de cocina. Del mismo modo, cuando transito por una calle peatonal o donde hay una gran afluencia de gente, ya sean las procesiones de Semana Santa o la cabalgata de reyes, pienso involuntariamente en la posibilidad de que alguien irrumpa con un vehículo a toda velocidad, arrollando a cuantos encuentre a su paso. Muy recientemente pensé en esto mismo mientras estaba sentado en la terraza de una heladería en el recién reformado Passeig Vara de Rey de Ibiza.
Tras el atentado de este lunes en el estadio Manchester Arena, durante un concierto de Ariana Grande, que ha dejado varios muertos y heridos al producirse una explosión, tengo claro que durante muchos años, si no toda nuestra vida, habremos de vivir con la congoja de vernos sorprendidos por hechos como este, que nos generan tanta zozobra y nos hacen sentir una enorme sensación de vulnerabilidad e impotencia.
Y ante esto, solo podemos o bien no pensar en los riesgos y seguir haciendo nuestra vida como siempre; o bien aumentar notablemente las medidas de seguridad y protección en los lugares donde haya gran afluencia de público. Reconozco que soy más partidario de lo segundo, y que no me parecen excesivos, sino más bien demasiado suaves, los controles que se observan en conciertos o en estadios de fútbol, por citar dos ejemplos. Estoy convencido que, a no tardar, cuando alguien organice un evento donde se prevea una gran afluencia de público, deberá proveerse de personal de seguridad armado. Y quizás no sea mala idea. Al tiempo.

(Publicado en mallorcadiario.info)

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