15 octubre 2016

SUS RAZONES TENÍAN...

Los cinco activistas que asaltaron la iglesia de Sant Miquel de Palma durante la celebración de la eucaristía, han recibido por parte de los jueces de la Audiencia Provincial una benévola y casi inocua condena de un año de cárcel cada uno de ellos. Pena que no cumplirán pues previsiblemente se beneficiarán de la remisión condicional de la condena al ser delincuentes primarios y al carecer de antecedentes penales. La fiscalía pedía un año y medio para cada uno, petición que finalmente hizo suya la acusación particular ejercida por el Obispado, aunque inicialmente se pedía una condena de 4 años. Antes del juicio, Sebastià Taltavull, administrador apostólico de la diócesis, intentó llegar a un acuerdo con los antiabortistas, cosa que no consiguió porque fueron incapaces de entender y aceptar que obraron mal al entrar tumultuariamente en un templo religioso para interrumpir la celebración que allí se llevaba a cabo, atacando la libertad religiosa de los asistentes al culto, entre 200 o 300 personas. Si hubiesen llevado a cabo su protesta sin que se hubiese estado celebrando la misa, no habrían cometido delito alguno (quizás una falta de alteración del orden público), pero no un delito contra los sentimientos religiosos por el que finalmente han sido condenados. Pero ellos -y quienes les apoyan, entre otros nada menos que dos concejales del equipo de gobierno de Cort-, en su intransigencia y fanatismo, son incapaces de respetar el derecho de otros a practicar su religión y al margen de una impostada petición de disculpas para aquellos que se hubieran podido sentir ofendidos, continúan sosteniendo que defender el derecho al aborto no es ningún delito. De ahí que la sentencia les conceda que “podían protestar, manifestarse, criticar y quejarse, pero no en el momento, forma y lugar en que lo hicieron”. Lamentablemente, esto que es tan elemental, está fuera del alcance intelectual de activistas del totalitarismo, que se amparan en nobles causas para protestar de forma violenta, atropellando los derechos de los demás. Y así se asalta el despacho de un conseller, se entra en un autocar en servicios mínimos durante una huelga, o se interrumpe una misa. El sacerdote que oficiaba la misa declaró en el juicio que los manifestantes “sus razones tenían”. Ellos han sido incapaces de admitir las razones de los fieles. Solo por eso han sido castigados. Tal es su intransigencia.

(Publicado en Última Hora)

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