Todos han podido comprobar que la víctima principal del caso
‘Nóos’, como sostiene la Fiscalía Anticorrupción, es la infanta Cristina, una
pobre esposa ciegamente enamorada de su marido, que ciegamente confiaba en él,
firmaba cuantos documentos le puso por delante sin preguntar, constituyó las
sociedades que hizo falta constituir y admitió sumisamente que su nombre (junto
a su título y tratamiento de rigor), figurara en los folletos promocionales del
Instituto Nóos. Allí también era vocal de la Junta Directiva –de una entidad teóricamente
sin ánimo de lucro– un alto cargo de la Casa Real, el secretario de las
infantas, nada más y nada menos. ¡Claro que Urdangarin no daba un paso sin
consultar con García Revenga! ¡Pues claro que todo estaba supervisado por la
Casa Real! Hasta la declaración de la Renta se la hacía un alto funcionario de
Hacienda, Federico Rubio Carvajal, que es quien se la hacía a toda la familia, incluido
al rey Juan Carlos. Porque gracias a todo eso Urdangarin pudo hacer todo lo que
hizo y ganar el dineral que ganó.
Cuando el juez Castro acordó citar por primera vez a la
infanta, apuntó que Urdangarin aparentaba “ante empresas privadas e
instituciones públicas que todas las operaciones que la asociación Instituto
Nóos de investigación aplicada abordaba eran conocidas y gozaban del
respaldo de la casa de su Majestad el Rey”. Ahora sabemos que no lo aparentaba,
sino que era así. Y que eso permitió al yerno del rey firmar contratos con empresas
y recibir dinero público prescindiendo de los cauces y controles de rigor. ¿Acaso
estamos ciegos? Detrás estuvo siempre la Casa Real y es por eso que tuvo que
abdicar el rey Juan Carlos, porque si no lo hubiera hecho su situación hoy sería
insostenible.
Pero por más que la infanta eclipse la actualidad
informativa, no hay nada por lo que temer con respecto a los acusados del caso
Nóos. No son peligrosos en absoluto. Sin embargo el asunto de la banda criminal
infiltrada en la Policía Local de Palma es de una gravedad alarmante, mucho más
peligrosos que todos los narcos de Son Banya juntos. Ni la cárcel, ni las órdenes
de alejamiento les disuaden de seguir maniobrando para impedir la acción de la
Justicia. Incluso planeaban asaltar el despacho del juez Penalva, instructor de
la causa que continúa bajo secreto de sumario. Eso sí que da miedo y no Matas,
Urdangarin o la infanta. Pero ante eso estamos ciegos.
(Publicado en Última Hora)
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