27 octubre 2015

LOS ADULTOS PEORES QUE LOS NIÑOS

Hace unos días tuve la oportunidad de ir a ver el musical ‘Aladin’ en un teatro de Ibiza, que me gustó mucho pese a lo que les voy a contar.  Debo reconocer que la naturaleza del espectáculo era propicio para el público infantil (aunque no iba destinado a ellos en exclusiva), razón por la cual aproximadamente el 40% de las localidades estaban ocupadas por menores. Chavales a quienes no podría calificar de tranquilos y relajados, sino más bien emocionados y excitados, gritones, inquietos y difíciles de mantener sentados en sus asientos. Hasta aquí no hay nada que decir, porque los niños son niños. Pero la chiquillería no iba sola, como es natural. Iban acompañados de adultos y es acerca de estos, sobre lo que me interesa reflexionar hoy.
En la gran mayoría de ocasiones el despliegue de bebida y comida era espectacular: palomitas, patatilla, ganchitos, etc. Bolsas de plástico ruidosas y molestas, accionadas por niños y niñas excitados que comían y bebían sin parar. Absolutamente ajenos a que se encontraban en un teatro y no en el salón de su casa, ignorando que había en la sala otras personas que también habían comprado su entrada y querían ver el espectáculo tranquilamente. A menudo los niños hablaban entre ellos a voces, cómo no. ¿Ustedes creen que los acompañantes adultos les pedían que bajaran la voz, aún empezada la representación? En absoluto. Les reían las gracias, estimulando las moneadas de la chavalería, espoleada por quienes deberían educarles a comportarse debidamente en un lugar público, a que se comportaran como burros asilvestrados.
Como es lógico, un niño no sabe la diferencia entre ir al circo, ir al cine, ir a la biblioteca, ir al ambulatorio o estar en su casa o en la clase. Pero para eso están los mayores, para explicárselo y para reconvenirles si no se comportan correctamente, faltando al respecto a los demás. Pero no, porque habitualmente los adultos son peores que los niños.  De ahí que no sea extraño ver en la sala de espera de un centro de salud o incluso de un hospital a gente oyendo música de su móvil sin auriculares y a toda pastilla, o enseñando vídeos de Youtube y riéndose a carcajadas (¿alguien se acuerda cuando en los hospitales había letreros de “silencio” o en sus proximidades había señales de tráfico de prohibido accionar el claxon?). De ahí que haya gente que contesta una llamada de teléfono cuando está en la biblioteca o en el teatro, y ya no digo nada de aquellos a quienes pese a las advertencias iniciales no les da la gana poner los móviles en silencio y en medio de la función les suena el teléfono. Nada de eso debe ser enseñado en el colegio, sino en casa. Y son los padres y en general los adultos quienes deben educar a los hijos. Pero no. Y encima si chistabas para pedir silencio, aún te miraban como si fueras tú el asno maleducado. Ahora se comprenderá por qué soy tan amante de mi tele, de la televisión de pago y de la smart TV. Es la única forma de no tener que soportar a nadie.
(Publicado en Mallorcadiario.com y en Ibizadiario.info)

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