13 junio 2015

UN OU DE DOS VERMELLS

Su Majestad el Rey Felipe VI está convencido de haber hecho algo de gran importancia al estampar su firma en el Real Decreto 470/2015, de 11 de junio, por el que resolvió revocar la atribución a Su Alteza Real la Infanta Cristina de la facultad de usar el título de Duquesa de Palma de Mallorca, conferida por su padre el Rey Juan Carlos I el 26 de septiembre de 1997. En la jurisdicción de tan digno condado –aunque de escasa tradición histórica– a algo así se le conoce como fer un ou de dos vermells. Creerá haber hecho algo importantísimo, pero solo lo cree él. No es fácil olvidar que la ciudad ya renegó del matrimonio titular del ducado ahora vacante en febrero de 2013, dos años y medio antes, cuando el consistorio presidido por el alcalde Mateo Isern decidió retirar el nombre de la rambla de “Los Duques de Palma” y volver a su tradicional denominación de “La Rambla”. Dejemos a un lado el escarnio que supone que en el BOE se nos refriegue a los habitantes de Palma que la interfecta sigue siendo Su Alteza Real, dignidad que lleva de nacimiento y que nadie puede quitarle, ni siquiera la real gana del Rey, su hermano, ni aún cuando ella decidiera renunciar a sus derechos dinásticos, cosa que parece clara que en absoluto tiene intención de hacer. Ella continúa hablando de “acusaciones infundadas” y zahiere al Rey haciendo pública una carta manuscrita –con membrete de la corona real sobre el nombre de Palma, para una postrera promoción indeseada– con la que pretende probar que ha sido ella por su propia voluntad quien ha renunciado al polémico título. A nadie le gusta ser escarnecido en público y menos a una Infanta de España, como firma para que quede claro porque si lo hiciera como Cristina de Borbón alguien pudiera confundirla con otra persona.

El segundo acto heroico, novedoso, inaudito en la historia moderna, serán los dos alcaldes, como mínimo, que Palma tendrá durante estos próximos 4 años. José Hila, Toni Noguera y Miquel Comas han fet un ou de dos vermells. Creerán que es algo muy meritorio pero sin duda se quedan cortos. Podrían ser alcaldes 16 meses cada uno, lo cual sería más equitativo y permitiría batir el récord de alcaldes en una legislatura. Aquí tenemos la “nueva forma de entender la política, no presidencialita sino colaborativa”. Lo bueno es que no dará tiempo de cansarse del alcalde. Cuando eso suceda, ya tocará cambiarlo y tener un nuevo.
 
(Publicado en Última Hora)

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