13 abril 2013

¿ARREPENTIDA DE QUÉ?


He aquí a una persona sin escrúpulos de ningún tipo, una sinvergüenza de marca mayor, de cabo a rabo, pillada in fraganti llevándose el dinero de nuestros impuestos a espuertas, exigiendo y cobrando comisiones a empresarios que trabajaban para la empresa pública que se dedicó a desfalcar sin rubor, según su propia confesión. Antònia Ordinas ha logrado que todo el mundo atienda sus arrogantes y delirantes explicaciones, dirigiendo la atención sobre otra persona. Esta descarada, que guardaba 240.000 euros en latas de Cola Cao enterradas en su jardín y que una vez trascendió la existencia de un agujero presupuestario en el CDEIB se negó a devolver 18.000 euros, pretende que otra persona cargue con el muerto: el ex Conseller Josep Joan Cardona.

Ordinas está rebautizada indecentemente con el adjetivo de “arrepentida”, que en Mallorca se antepone al nombre de aquellos delincuentes sorprendidos en pleno saqueo de los fondos públicos que no aciertan a pronunciar aquello de “no es lo que parece” sino “yo sólo obedecía órdenes”. Un adjetivo nunca peor utilizado. “Arrepentida” sería si antes de ser sorprendida hubiese comparecido ante la Policía para denunciar los hechos y no una vez descubierta con el botín. ¿Qué arrepentimiento es este? ¿Arrepentida de qué? Sin embargo la Fiscalía la premia generosamente como si hubiese sido una confesión a iniciativa propia. Sin que nada hubiese sido desenmascarado. Piden 21 años para Cardona y sólo 4 para Ordinas. Y todo porque Ordinas incrimina a su superior, el ex conseller Cardona y ya de paso a Toni Pastor, a Biel Company y al que haga falta, emulando a Diego Torres.

Ordinas no está “arrepentida”, está envilecida. Ya que en la cárcel no estará ni dos años, el tribunal debiera condenarla a destierro, por su infinita desvergüenza y su intensa dedicación al latrocinio indiscriminado. Para la Fiscalía la lección es muy sencilla: “por mucho que hayas robado, si cuando te pillan apuntas a tus superiores te vas prácticamente indemne, aunque tus argumentos sean rocambolescos e increíbles y no tengas pruebas”. Todo imputado puede mentir y previsiblemente lo hará si eso puede beneficiarle. Es incomprensible que jueces y fiscales se presten a esto porque no se trata de “arrepentidos”, sino de caraduras ejerciendo de lo que son y a los que la Fiscalía da un trato de privilegio por ello. Nada más nauseabundo y alejado de la Justicia.

(Publicado en Última Hora, 13.4.2013)

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