Agradecemos la sinceridad y el cinismo del Delegado del Gobierno en Baleares, Ramón Socías, cuando afirma rotundo que en los últimos años Son Gotleu ha estado totalmente abandonado de la mano de Dios y que ahora el problema no se soluciona a bastonazos.
Lo afirma categórico, rotundo, como
si él no tuviese ninguna responsabilidad en ello. Sin embargo tiene razón y
tiene parte importante de culpa. Todo el mundo ha pasado de Son Gotleu, de sus
ciudadanos y de sus problemas. Han mirado hacia otro lado. Sólo así se entiende
cómo los pisos patera, el narcotráfico, la prostitución y la inmigración ilegal
se han asentado allí como no lo han hecho en ningún otro barrio de Palma.
Cuando las cosas se ponen tan mal, las apelaciones a la integración, a la tolerancia, al diálogo sobran por ineficaces. Las hemos oído mil veces refiriéndose a Son Banya y sólo se mejorado cuando se planifica una macro redada cada cuatro meses y se mete en la cárcel a los jefes de los clanes. A grandes males, grandes remedios. El estallido de violencia que hemos vivido en Bronx Gotleu es la confesión de que todo eso ha fracasado ya y que ahora solo cabe la aplicación estricta y rotunda de la ley. Como dijo el alcalde de Nueva York, “hay que patear con mano dura el trasero de la delincuencia”.
Cuando las cosas se ponen tan mal, las apelaciones a la integración, a la tolerancia, al diálogo sobran por ineficaces. Las hemos oído mil veces refiriéndose a Son Banya y sólo se mejorado cuando se planifica una macro redada cada cuatro meses y se mete en la cárcel a los jefes de los clanes. A grandes males, grandes remedios. El estallido de violencia que hemos vivido en Bronx Gotleu es la confesión de que todo eso ha fracasado ya y que ahora solo cabe la aplicación estricta y rotunda de la ley. Como dijo el alcalde de Nueva York, “hay que patear con mano dura el trasero de la delincuencia”.
Mirando los vídeos de los incidentes, comprobamos que son
unas treinta personas las que gritan y amenazan con palos a la policía.
Bastantes menos los que rompieron lunas de coches, quemaron contenedores y
vehículos y destrozaron mobiliario urbano. No son más. ¿Hemos de consentir que
una veintena de maleantes, muchos de ellos ilegales, atemoricen un barrio
entero, amenacen a sus vecinos y a su policía? Se han hecho fuertes estando al
margen de la ley, creando su propio gueto donde ellos son la única autoridad,
coaccionando al resto de ciudadanos. El Estado de Derecho debe tener una
respuesta para este desafío. La aplicación rigurosa de la Ley. Castigos
ejemplares para los que la violen, da igual a qué etnia pertenezcan. Patear con
mano dura el trasero de la delincuencia. Policía Local, Policía Nacional, Guardia
Civil, fiscales y jueces, todos coordinados para normalizar un barrio dejado de
la mano de Dios.
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