Hay quien defiende que la “espantá” es una suerte
del toreo. El célebre matador de toros Rafael Gómez Ortega, “el Gallo”,
(hermano mayor de “Joselito”), famoso por ejecutar esta suerte con bastante
frecuencia pese a ser un excelente torero, se justificaba en 1936 diciendo «cuando
veía que no podía dominar al toro, daba la “espantá” porque prefiero una
bronca a una “corná”. La “espantá” no es miedo, es defenderse del
toro». Se diría que esta “espantá” parece el preludio de la condena de
la infanta Cristina de Borbón. Hay tanta prisa que no se puede esperar al
veredicto de las magistradas. Decía “el Gallo”: «dígame usted, si sabe que el
toro le va a coger, ¿se va a quedar delante de él? ».
El aún fiscal no oculta su incertidumbre por la nueva etapa
profesional que ha optado por iniciar y no descarta regresar a su puesto en el
Ministerio Público si el despacho no le va bien. No tiene de qué preocuparse
porque seguro que le irá muy bien. No habrán de faltarle clientes acaudalados
que acudirán aconsejados por la Casa Real o por Miquel Roca a su despacho
profesional, en agradecimiento por sus desvelos a favor de la infanta. Como las
empresas del Ibex35 que contrataban a Urdangarin y Torres para no se sabe qué
aunque es fácil de imaginar. Después de quemarse a lo bonzo defendiendo a la
infanta Cristina con una beligerancia nunca antes observada, que le llevó
incluso a enemistarse con el juez Castro y lanzarle acusaciones veladas de una
presunta prevaricación, no queda más remedio que apartarse del primer plano
mediático. Pero no cabe lamentarse de la “sobreexposición pública” a la que ha estado
sometido, pues nadie le obligó a dar conferencias en la Obra Cultural Balear,
ni a salir en Vanity Fair, ni a posar en nochevieja ante el árbol de Navidad junto
a su esposa. Son actuaciones de su exclusiva responsabilidad y que el resto de
componentes de la Fiscalía Anticorrupción han evitado.
Es una lástima que la Fiscalía sea incapaz de retener a los
talentos más sobresalientes y que demuestran tanto valor, capaces de exigir la
dimisión del ministro del Interior pero no de ir un poco más allá y criticar al
Fiscal General que había de “afinar” las informaciones que aquel le facilitase.
El juez Castro retrasó su jubilación para no endosarle el muerto a sus
compañeros. Horrach argumenta que esto no es un sacerdocio, pero nunca pareció
un anacoreta ni un cenobita.
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