22 marzo 2009

Oliveras de Mallorca



Escribía el pintor y escritor catalán Santiago Rusiñol a principios del S. XIX, refiriéndose a los olivos u oliveras mallorquinas:

“Las oliveras de Mallorca no son como las de otros lugares. La olivera de todos los sitios es un árbol natural, que tiene la misión de hacer olivas, y las hace sin esforzarse; pero las oliveras de aquí se atormentan tanto para crecer y se retuercen tanto para dar fruto que parece que no se hagan cargo de que han nacido en una isla (...). Los hay, de troncos, que parecen serpientes que se estén mordiendo la cola; los hay que parecen mujeres desnudas, que se enroscan como lagartijas; y los hay que no se enroscan porque ya se han desenroscado.

Monstruos con brazos o brazos con monstruos, con las tripas al aire libre o con el corazón sobre las tripas, que parece imposible que para hacer olivas se den tanto tormento al crecer. Hacen lo mismo que ciertos poetas que, después de haber sufrido una vida de sufrimiento y dolores, acaban por parir un soneto o una décima con diez aceitunas. El caso es que de árboles así, los llaman fantásticos. Y lo deben ser, porque de todo árbol, lo mismo que de toda persona, que para dar fruto ha de fantasear, la gente suele decir fantástico, y aunque esto de dar fruto se lo tomen tan trágicamente, tienen gestos de gran belleza.

La prueba es que cuando los algarrobos, que se encuentran más abajo, quieren imitar a las oliveras, en lugar de hacer movimientos de tragedia, se retuercen y hacen volteretas, y es que para permitirse que las grandes contorsiones no resulten groseras, el árbol, como el hombre, tienen que haber nacido para ello. El árbol trágico hará olivas, pero el árbol plebeyo hará algarrobas”.

En mi opinión, aunque puedo estar equivocado, nunca nadie ha descrito con tanta belleza y tan poéticamente la estética y el espíritu de este árbol milenario, fantástico y del cual la parte montañosa de Mallorca está repleta de ejemplares de una belleza extraordinaria.

Es posible que el ejemplar más admirado y conocido sea este, situado en la Plaza de Cort de Palma, frente al Ayuntamiento. ¿No es precioso? Todo un símbolo de Mallorca...

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