16 marzo 2009

El Via Crucis de Benedicto XVI

Hace meses me hice eco en este mismo blog de unas declaraciones del Cardenal Carlo Maria Martini refiriéndose a la Iglesia. Esto es lo que escribí:

Martini ha asegurado durante los ejercicios espirituales que ha dirigido en una sede de los jesuitas en la localidad italiana de Ariccia que el “vicio clerical por excelencia” es la envidia y que otros pecados capitales fuertemente presentes en la Iglesia son la vanidad y la calumnia, según publicó el día 6 de junio el diario La Repubblica.
Según Martini, dentro de la Iglesia existen muchas personas “consumidas” por la envidia, que se preguntan: “¿qué mal he cometido yo para que nombren obispo a fulanito y no a mí?”. No es el único defecto entre los clérigos. También habló de la calumnia, resaltando que a las diócesis llegan numerosas cartas anónimas en las que se habla mal de algunos de sus miembros, y contó que, cuando era arzobispo de Milán, ordenó que se destruyeran todas esas misivas que llegaban sin remite, “muchas de ellas escritas desde Roma”.
Martini ha denunciado también el vicio de la vanidad, precisando que en la Iglesia “es muy grande”. “Prefer
imos el aplauso al pitido, la acogida a la resistencia. ¡Que grande es la vanidad en la Iglesia! Se ve en los hábitos. Antes los cardenales exhibían capas de seis metros de cola de seda. Continuamente la Iglesia se reviste de ornamentos inútiles. Tiene esa tendencia a la ostentación, al alarde”, manifestó.
El purpurado también arremetió con el “terrible carrerismo” clerical y especialmente en la Curia Romana, “donde cada uno quiere ser más”. A este respecto, denunció que con esos objetivos “ciertas cosas no se dicen, ya que se sabe que bloquean la carrera”, y eso es -aseguró- “un mal malísimo para la Iglesia”. Así, según Martini, la ve
rdad brilla por su ausencia, ya que “se intenta decir lo que gusta al superior y se actúa según como cada uno se imagina que gustaría al superior, haciendo de esta manera un flaco servicio al Papa”.

Cuan acertado estuvo entonces Martini, como siempre, cuando ahora hemos sabido de una inusual carta que Benedicto XVI envió el día 13 de marzo a todos los obispos de la Iglesia Católica y que ha sido publicada en L’Obsservatore Romano (el periódico oficial de la Santa Sede), donde el Papa hace una serie de consideraciones absolutamente sorprendentes al explicar la revocación suspensión de la excomunión a los 4 obispos proclamados en 1988 por el arzobispo Lefebvre. Dice el Papa:


¿No debemos admitir acaso que también en el ámbito eclesial se ha dado alguna salida de tono? A veces se tiene la impresión de que nuestra sociedad necesita al menos un grupo con el cual no tener tolerancia alguna, contra el cual poder tranquilamente arremeter con odio. Y si alguno intenta acercarse a ese grupo -en este caso el Papa-, también él pierde el derecho a la tolerancia y puede ser tratado con odio, sin temor ni reservas.
Queridos hermanos, por circunstancias fortuitas, en los días en que me vino a la mente escribir esta carta, tuve que interpretar y comentar en el Seminario Romano el texto de Ga 5, 13-15. Percibí con sorpresa la inmediatez con que estas frases nos hablan del momento actual: "No una libertad para que se aproveche el egoísmo; al contrario, sed esclavos unos de otros por amor. Porque toda la ley se concentra en esta frase: "Amarás al prójimo como a ti mismo". Pero, atención: que si os mordéis y devoráis unos a otros, terminaréis por destruiros mutuamente". Siempre fui propenso a considerar esta frase como una de las exageraciones retóricas que a menudo se encuentran en san Pablo. En ciertos aspectos puede ser también así. Pero desgraciadamente este "morder y devorar" existe también hoy en la Iglesia como expresión de una libertad mal interpretada.


Parece que Ratzinger se haya dado cuenta de lo que tiene a su alrededor, en la Curia Vaticana, de la que él lleva tantos años formando parte importantísima antes de ser designado Santo Padre.

El diario El País publica hoy el siguiente texto: “Usando palabras medidas, pero más íntimas que nunca, el frío Papa alemán se desnuda ante el mundo con una sinceridad nunca vista, tanto por el tono como por el contenido. Ratzinger no se queja de las críticas de laicos y judíos, al revés alaba "la ayuda de los amigos hebreos", hace autocrítica y admite errores de comunicación, pide perdón por no usar más Internet, se confiesa lacerado por la actitud beligerante de sus propias ovejas. El enemigo en casa: "Odio sin temor ni reserva", "hostilidad lista para el ataque".

La crisis que revela la carta es gravísima. El estado de ánimo del Papa, más que triste, profundamente solo y decepcionado, llena de sombras el presente y el futuro de su pontificado. Cuatro años después de su elección, "la curia está en desbandada y el Papa sigue encerrado en su palacio", escribía ayer Marco Politi, vaticanista de La Repubblica”.

Es cierto que el levantamiento de la excomunión de los obispos lefebvrianos no ha sido bien entendida, y mucho menos aún al negacionista del holocausto judío Williamson, quien por ello fue expulsado de Argentina, donde llevaba años residiendo. Pero el Papa ha hecho públicamente autocrítica, confiesa haber cometido errores y deja en suspenso el perdón de la excomunión a los obispos Lefebvrianos, algo nunca visto antes… pero también se ha dado cuenta pero la Iglesia católica y el mismo obispo de Roma, con sus decisiones mal, bien o mal entendidas, se alejan a pasos agigantados del pueblo y de seguir por esa senda, ¿quién puede así tener fe en esta Iglesia y en su Papa, y en la mayoría de sus pastores?

¿Cómo puede explicar la Iglesia, si no es basándose en actitudes del todo irracionales y fuera de toda comprensión de la sociedad actual y exentas de toda misericordia y caridad cristiana, la decisión del obispo de Recife en Brasil, de excomulgar a una madre que permitió abortar a su hija, una niña de 9 años, la cual había sido violada por su padrastro? ¿Cómo puede la Iglesia oponerse a la manipulación genética con fines terapéuticos, como ha sucedido recientemente con el caso de un niño en Sevilla? ¿Cómo puede la Iglesia oponerse a la utilización del preservativo ante la pandemia de SIDA que sacude todo el planeta y muy especialmente el continente africano, donde hay países con el 50% de la población infectada y cuya esperanza de vida no supera los 40 años?

Yo, sencillamente, no me lo explico y mi perplejidad con la cúpula de la Iglesia católica de Roma, y también con los obispos españoles, es cada día mayor. Y ya lo siento. Porque la última y brillantísima idea de la campaña publicitaria del lince ibérico es de una desfachatez y una demagogia fuera lugar. Menudos pastores…

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