16 diciembre 2012

¿QUÉ SABE BENEDICTO XVI SOBRE LA PAZ?

Echemos un vistazo a algunos de los principales conflictos bélicos que hay ahora mismo en el mundo, muchos de los cuales jamás hemos oído en boca del Papa Benedicto siglo XVI –como acertadamente le denomina Matías Vallés–, más preocupado últimamente por cosas más mundanas, como su perfil de twitter o proclamar santos a otra hornada de religiosos y religiosas, siempre más de lo primero que de lo segundo, por supuesto.

Afganistán, Chad, Sudán, Colombia, Etiopía, Irak, Israel-Palestina, Nigeria, Pakistán, República Democrática del Congo, Somalia, Uganda, Yemen, etc. Desafortunadamente, la lista es bastante más larga, pero cito los que más vidas humanas se han cobrado según diferentes organismos internacionales.


A poco que analicemos, comprobaremos que ni en uno solo de los casos citados las partes enfrentadas han expresado jamás que la eutanasia sea uno de los motivos, siquiera colateral, que les ha empujado a empuñar las armas. Es más, no consta que en ninguno de esos países haya legislación al respecto o que la eutanasia se aplique de forma habitual y regular.

El aborto tampoco aparece como motivo de confrontación en estos países. Y el matrimonio homosexual está penado, incluso con la muerte, en la inmensa mayoría de ellos. Sin embargo, los bandos en conflicto no han expresado jamás preocupación por estos asuntos. Nunca han manifestado la más mínima intranquilidad por ellos, como no sea imponer la visión religiosa y teocrática de la vida y la política de un grupo, por encima del resto. ¿Les suena?

Si hiciéramos un ejercicio de cinismo de igual intensidad pero sentido contrario al que hace el Papa, podríamos afirmar que los países que reconocen el matrimonio homosexual son países donde se garantiza la paz y la democracia, lo que supone que este asunto no solo no es una amenaza para la paz sino una garantía de paz.

Sin embargo, el Papa de Roma, en su infinita sabiduría y santidad, ha alertado públicamente que la eutanasia, el aborto y el matrimonio gay son graves amenazas para la paz mundial. Parece que el santo padre ha aprovechado para arrimar el ascua a su sardina… Desde luego, ni una palabra sobre la mortalidad infantil provocada por la desnutrición, la pobreza, las enfermedades que no se combaten por falta de recursos sanitarios, la inestabilidad política motivada por el fanatismo religioso y la intolerancia. Tampoco una llamada de alerta sobre las desigualdades entre hombres y mujeres, o los abusos que en casi todos los países que he citado sufren las mujeres por el hecho de serlo, condenadas a ser seres humanos inferiores que por naturaleza y por decisión de Dios, según algunos, no pueden llevar a cabo tareas que la divinidad encargó al hombre en exclusiva. ¿Les suena?

Es cierto que en su discurso, el Papa denuncia la creciente desigualdad entre ricos y pobres y también el capitalismo financiero no regulado, así como el terrorismo, la delincuencia internacional y los “fundamentalismos y fanatismos que distorsionan la verdadera naturaleza de la religión”, de la cual él se autoexcluye hábilmente, sin ningún razonamiento posterior.

Cuando el máximo representante de la Iglesia católica, líder espiritual de millones de hombres y mujeres en la Tierra, se pronuncia con esta ligereza sobre las amenazas a la paz, demuestra nítidamente que su visión de lo que es o no la paz está alejadísima de la realidad. Sus obsesiones le pueden y le impiden discernir el verdadero origen de los problemas que hoy sacuden a la humanidad.

Somos ya miles de personas los que creemos que la verdadera amenaza para la paz son el fanatismo, la intransigencia, la discriminación entre hombres y mujeres, las desigualdades y la negación de los derechos de los demás. Solo hay que observar qué sucede en los países que están en guerra. Y en todo esto, la Iglesia católica que dirige Benedicto XVI es una gran maestra.

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