En la mar todo está debidamente ordenado y regulado, incluso
el abandono del buque en caso de grave peligro. Hasta poner la propia vida a
salvo por cuenta propia solo ha de hacerse en caso de que el capitán ordene “sálvese
quien pueda”. No podemos saber si esta es la orden que se ha dado a todos los
tripulantes y pasajeros del yate desde el que presumiblemente se lanzó la
bengala que hizo arder casi una hectárea de sabinar del islote s’Espalmador de
Formentera, de nombre ‘Ruah’, pero lo parece. Por de pronto el juez ha ordenado
el embargo de la embarcación para cubrir eventuales responsabilidades
económicas por los daños causados en el islote, que aunque fuertemente
protegido medioambientalmente, es de propiedad privada, como Tagomago.
Los argumentos dados por todos ellos hacen aguas por los
cuatro costados y más parecen fruto de la improvisación por parte de piratas a
la deriva. Suele decirse en la jerga marinera que cuando el barco se hunde, las
ratas huyen, y eso parece estar sucediendo. Pero se diría que reman contra
corriente, porque aunque crean saber la tira, la Guardia Civil no se ha tragado
lo del lanzamiento accidental de la bengala. Como se ve, la lengua española le
debe tantísimo a la vida en el mar... Pero los hay que quieren arrimar el ascua
a su sardina y culpan de lo sucedido a la proliferación de embarcaciones
fondeadas en la costa pitiusa. Olvidan que en este caso nada tiene que ver que
hubiera muchas o pocas. Una sola bastaría para que una bengala lanzada sin
necesidad causase un incendio. Si el Consell de Formentera quiere regular -y cobrar,
que es lo importante por lo que parece- los fondeos, que lo haga. Pero el
incendio de s’Espalmador no tiene nada que ver con la saturación. Ese argumento
con poco se va a pique.
(Publicado en Periódico de Ibiza y Formentera)
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