01 marzo 2010

AUTOESTIMA BALEAR

Hoy se cumplen 27 años de la entrada en vigor del Estatut d’Autonomia de les Illes Balears. Hoy, los ciudadanos de estas islas gozamos de un nivel de autogobierno aceptable, con un Parlament propio con importantes competencias en materia de educación, sanidad, turismo y otro buen número de materias importantes para la comunidad. Es cierto que hay quien considera que aún es poco, pero no son menos quienes proponen devolver ciertas competencias al gobierno central porque dicen que el actual sistema no es sostenible.

Al margen de eso, quiero hablar del general clima de hartazgo y desánimo colectivo que se ha instalado entre nosotros, cuya causa primera son los casos de corrupción y el número de políticos imputados por tal causa. Hemos llegado a un punto donde es difícil salir a la calle, porque el hedor está en todos lados. Hace falta una catarsis en la vida pública. Es imprescindible que se instale la transparencia en los partidos políticos y se depure a todos aquellos que se han aprovechado de su cargo en beneficio propio y de su red de familiares y amigos.

Pero que nadie culpe a los demás de lo que sucede. Todos los ciudadanos somos responsables de lo que ha acontecido. Porque siempre hemos sospechado que la corrupción formaba parte inalienable de la política balear. Y la sospecha ha dejado paso a la verdad: hemos tenido en las más altas instituciones del país a gente sin escrúpulos. Y estaban allí porque eran votados, a pesar de todo. Votados por un pueblo que no ha sido capaz de elegir mejor, ni de exigir a sus dirigentes comportamientos éticamente aceptables. Un pueblo que se ha sometido a la voluntad de los partidos políticos, sin reivindicar que fuera justamente al contrario: que los partidos hagan lo que los ciudadanos demandan.

Decía Mijail Bakunin: “La dignidad de toda nación, como la de todo individuo, debe consistir fundamentalmente en que cada uno acepte la plena responsabilidad de sus actos, sin tratar de desplazarla a otros. ¿No son muy estúpidas todas esas lamentaciones de un muchachote con lágrimas en los ojos quejándose de que alguien lo ha corrompido y le ha puesto en el mal camino? Y lo que es impropio en el caso de un muchacho está ciertamente fuera de lugar en el caso de una nación, cuyo mismo sentimiento de autoestima debería excluir cualquier intento de cargar a otros con la culpa de sus propios errores”.

Parece llegado el momento de recuperar la autoestima como ciudadanos de Baleares y expulsar de la vida pública a todos aquellos que por acción o por omisión han contribuido a que la fetidez de la corrupción nos devore. Hace once años que les hicimos una cárcel en la carretera de Valldemossa, muy moderna y con todas las comodidades. Desde allí podrán meditar en profundidad sobre a dónde han llevado a este país. Y cuando salgan, que tengan que irse del país que han expoliado hasta la extenuación sin ningún rubor, riéndose “del sant i de la festa”. Sólo desde la regeneración podremos recuperar la autoestima como pueblo, el orgullo de sentirnos ciudadanos de Baleares.

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