11 marzo 2010

6º ANIVERSARIO DEL 11-M


Aquel 11 de marzo de 2004 yo estaba en la Academia de la Guardia Civil de Baeza (Jaén). Había salido desde Ciudad Real sobre las 5:30 h. con un compañero y nos trasladábamos en coche hacia Baeza. Nos habían ordenado estar allí a las 8:00 h. Formábamos parte como vocales del Consejo Asesor de Personal de la Guardia Civil de un grupo de trabajo al que se le había encargado elaborar un nuevo Plan de prevención de conductas suicidas, dada la alarmante cifra de este tipo de comportamientos autolíticos en el Instituto Armado. Íbamos a pasar varios cuestionarios psicológicos a un grupo de alumnos de la academia que nos iban a servir de muestra, y también a miembros del Cuerpo que hubiesen protagonizado un intento de suicidio y voluntariamente quisieran ayudarnos en nuestra investigación.

Entramos en la provincia de Jaén cuando oímos en la radio las primeras informaciones del atentado. Eran las 7:45 aproximadamente. Llegamos a Baeza puntuales. Tomamos café con el resto de compañero y nos fuimos al salón de actos donde a las 9:00 iban a llegar los alumnos que serían sometidos a varios cuestionarios psicológicos. Sobre las 12 del mediodía salí a tomar el aire al patio de la academia. Aproveché para echarle una foto al monolito de homenaje a los caídos con la bandera a media hasta.

Seamos honestos: todos estábamos convencidos de que había sido ETA. Una bomba en Madrid a las 7 de la mañana, blanco y en botella. Tenía que ser ETA. Pero poco a poco, según se iban dando a conocer las informaciones y aumentaba exponencialmente el número de víctimas, fuimos sospechando que ETA no hace las cosas así. Una gran indignación se apoderó de nosotros, sentimiento que fue dejando paso a la tristeza y más adelante, una gran desolación. Algunos, de forma un tanto ingenua, pensamos que si había sido ETA, ese sería su último atentado. Algo parecido al atentado de Omagh (Irlanda del Norte), el 15 de agosto de 1998, donde murieron 29 personas y 220 resultaron heridas.

Por la tarde, después de comer, salimos hacia Madrid. Yo iba con un alférez psicólogo en un coche oficial sin distintivos. La capital era un caos. Una absoluta desolación. 192 muertos son muchos muertos. Y hubiéramos podido ser cualquiera de nosotros.

Aún hay cosas que deben ser aclaradas. Y dejando a un lado teorías conspiratorias, creo que es bueno que no se criminalice a quienes buscan esclarecer absolutamente todo lo que sucedió. Mucho más si quienes lo hacen son familiares de las víctimas: 192 fallecidos y más de 1800 heridos. Aunque siempre me ha parecido deplorable que se haya intentado utilizar su dolor para beneficio partidista, de un lado y de otro.

Mi recuerdo hoy es para todos ellos, los que murieron, los que resultaron heridos y todos sus familiares y amigos. Y mi desprecio absoluto para quienes idearon y perpetraron algo así. Lo peor de la especie humana. Es pensando en esa escoria cuando tengo dudas sobre la conveniencia de la cadena perpetua en España. Aunque quizás no sea hoy el mejor día para plantearlo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Esa día estaba en Madrid,
Nunca había vivido una atentado en la capital y viví el peor. En esa época tenia mi pareja en Madrid, así que iba a menudo. Aquel día la ciudad parecía otra, la poca gente que me cruzaba por el centro, parecía haber perdido su consciencia de anonimato y era capaz de mirar a los demás. Las caras lo decían todo, los ojos te miraban interrogantes, preguntando-se ¿por que?.
Aquel día vi y viví el dolor colectivo, espero no volver a sentirme nunca más de esa forma.

Nada justifica matar...