Pero al parecer, lo que sucede con los políticos, a quienes tanto exigimos y con razón, no es más que lo que sucede en otros ámbitos de la denominada “sociedad civil”. El RCD Mallorca es un ejemplo paradigmático de jaula de grillos constante (aunque exageradamente amplificada por los intereses mediáticos de turno); en la Cámara de Comercio de Mallorca, el presidente de la comisión de turismo ha presentado su dimisión por diferencias insalvables con su presidente; en Fomento del Turismo de Mallorca se vivió meses atrás un espectáculo deplorable con un cruce epistolar público entre su actual presidente y el anterior; la reciente batalla por el control de Afedeco, sin que se conozcan las diferencias entre los candidatos más allá de los apellidos; las eternas rencillas sindicales que hacen que UGT y CC.OO. se manifiesten por un lado contra la reforma laboral sin invitar a USO, que organiza sus propias manifestaciones con idénticas razones; las federaciones deportivas territoriales a menudo son foco de agrios enfrentamientos entre sus dirigentes; y así podríamos seguir enumerando casos y casos donde la falta de diálogo, la nula capacidad de negociación y llegar a acuerdos renunciando a las propias posiciones en tal de lograr integrar a los adversarios políticos, la carencia de un sentido del bien común y la ausencia de ganas de gresca permanente con los correspondientes shows poco edificantes ante los medios de comunicación, están al orden del día.
Esta dinámica de la
confrontación ayuda muy poco a solucionar los problemas de la gente y de las instituciones.
Nos hace perder un tiempo precioso y enormes energías inútilmente. Y dada la situación
del país y de las perspectivas poco optimistas que se nos ofrecen, ¿no hay otra
forma de manejarse cotidianamente que no sea a tortazo limpio? ¿Tanto cuesta llegar
a acuerdos? ¿O es que el negocio estriba precisamente en la pelea y en la propia
existencia de tirios y troyanos... y en las discusiones bizantinas sin llegar a
ningún lado? Al final, tanto ver ‘Sálvame’ o el esperpéntico programa de gritones
‘De buena ley’ ha conseguido inculcar en nuestra sociedad la cultura de la pelea
y el grito, en detrimento del diálogo y el acuerdo.
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